Por: Rolando Breña
En nuestra columna “Urresti y Andahuaylas”, criticamos la actitud y las palabras del Ministro del Interior que, en esa provincia apurimeña, maltrató, ofendió y amenazó de la peor manera a integrantes de la policía nacional. Nos reafirmamos en esa crítica y en nuestra solidaridad con la institución policial y sus integrantes.
Lamentablemente, nos vemos ahora en la obligación de sumarnos a las denuncias de brutalidad y homicidio protagonizados por efectivos policiales en Cajamarca contra Fidel Flores y su modesta familia, que terminaron con su muerte. Las imágenes propaladas por la televisión son demasiado elocuentes para pretender esconder o disimular que lo que se cometió es un crimen y como tal debe ser investigado, denunciado y sancionado.
El ministro Urresti, tan locuaz en sus conferencias de prensa y tan duro en algunas censuras, ha sido, en este caso extremadamente reservado y audazmente justificador y hasta cómplice. Este hecho es suficiente para que en defensa de la vida humana, de la legalidad, de la dignidad de las FFPP, de la vida democrática y de su propia conciencia para dar un paso al costado y presentar su inmediata renuncia.
El Ministro es el responsable político, no solo de la conducción institucional de su sector, sino de todos los actos de sus subordinados y personal bajo su mando. No se necesita que haya ordenado el operativo o la realización de los disparos; él es el responsable político directo y asume las consecuencias políticas de la conducta de los que están bajo su dirección. Y si tiene suficiente formación democrática, si es respetuoso del Estado de Derecho, si es cumplidor fiel de los protocolos y reglamentos del sector que representa y, principalmente, si respeta la vida humana por encima de todas las cosas, tiene que actuar en consecuencia y no tiene más camino que la renuncia honorable.
Sin embargo, no sólo no parece que el Ministro tenga voluntad de renuncia sino, que con expresiones como “exceso”, justifica abiertamente la intervención y el homicidio arguyendo presunta “flagrancia” y que la policía se vio obligada a hacer lo que hizo. Es decir, a lo sumo, habría responsabilidades administrativas o faltas o no haberse ceñido estrictamente a los protocolos. A la larga, justificación e impunidad.
En esta apreciación, cuando no, coincide con su jefe Ollanta Humala, que también califica el hecho como “excesiva violencia”. No se atreve el Presidente a condenar la violencia policial homicida, sólo el “exceso”. ¿Cuál sería “violencia no excesiva”? ¿Tal vez que no hubiese muertos, solamente heridos o solamente apaleados y gaseados?
Lo que nos parece ya inaceptable, encubridor, cómplice e irresponsable es la afirmación de “flagrancia”. ¿Frente a qué delito flagrante los policías se vieron obligados a actuar? Fidel Flores, refugiado en el techo de su domicilio, resistiendo la agresión de matones que pretendían desalojarlo ¿estaba cometiendo un delito tan grave que había que usar armas letales y a corta distancia? Porque todos hemos visto un numeroso contingente policial contra un solo individuo que no cometía delito alguno. Pudimos ver cómo, desde una distancia medible casi en centímetros, un efectivo policial dispara al pecho de Fidel Flores; cómo desde pocos metros otro policía apunta y dispara una granada lacrimógena directamente al cuerpo. Cómo no indignarse de la violencia brutal contra la esposa, el hijo y otros, golpeados, pateados, insultados.
Sería bueno que el Ministro consultara con los estudiantes recién ingresados a las facultades de derecho para que se enterara de lo que significa flagrancia. Parece que sus doctos asesores lo han engañado miserablemente, hacen que hable de conceptos que ignora y también pretenden que seamos engañados todos.
Para completar el escamoteo de responsabilidades, nuestro conocido Congresista Daniel Abugatas afirma con desparpajo que se trata de hechos calificables como actos o delitos “de función”. ¿Es función de la policía realizar desalojos o proteger matones que los realizan?¿Es función policial apalear, disparar y matar humildes ciudadanos? Con la tesis de Abugatas no sólo no hay delito ni siquiera exceso, ni falta, ni error. No hay nada.