Sigue Cajamarca

Por: Rolando Breña

Era previsible. Los resultados electorales en Cajamarca siguen en polémica. Es bueno que así sea. Necesitamos explicarnos objetivamente esos resultados, sin dejarnos llevar por prejuicios políticos o ideológicos o dejarnos arrastrar por los elementos más visibles, aunque no necesariamente más decisivos, como lamentablemente sucede con algunos políticos y analistas que lidian fieramente llevando en sus mochilas sus amores y sus odios, sus simpatías o antipatías, sin querer advertir sus motivaciones más hondas ni sus previsibles consecuencias, oscilando entre la condena y el mal humor, mas no en un espíritu de entender y explorar alternativas. Lo único que, aparentemente, les interesa es buscar a quien o quienes echar la culpa del riesgo en que se habrían puesto a “las inversiones mineras” como afirma Miguel Santillana, que añade “si no sale CONGA no creo que salga ni CHIQUILLAY, tampoco…GALENO…LA GRANJA DE RIO PINTO”. Más todavía ya tienen ubicados a los que serían los responsables que el Perú no puede crecer en su PBI el 2015 ni el 2016.

Alfredo Torres aduce que “El gobierno no supo explicar las razones por las cuales la inversión minera es necesaria y viable en Cajamarca”. Otro afirma que “El triunfo de Santos… es la derrota del Perú”. Alguno se duele que un preso por presunta corrupción, pueda alcanzar tamaña votación. Hasta se hace presente lo ridículo y lo ignorante en la boca de María Luisa Cuculiza “El pueblo (Cajamarca) ya quiere ir cuesta abajo”.

En fin, reacción para todos los gustos; mas no análisis, menos salidas.

No es verdad que el problema sea de simple falta de explicación. Así el asunto seria simplemente de la incapacidad de convencimiento de las razones gubernamentales. En primer lugar, esta posición implica que el gobierno siempre tuvo la razón y que quien nunca la tuvo, producto de su ignorancia y poca información, es el pueblo Cajamarquino.  Parte de la premisa que el proyecto CONGA era indiscutible y correcto y que, obviamente, oponerse a él era irracional, producto de posiciones extremistas y antimineras. Pero el gobierno tuvo todos los mecanismos para explicar e informar, capacidad le sobra, lo que no sobraron fueron argumentos. Hubo una inmensa movilización informativa, mediática, empresarial, expertos, autoridades, que bombardearon cotidianamente las bondades del proyecto. No era pues falta de información o de la capacidad de convencer, lo que no se podía era justificar razonablemente los daños a las cabeceras de agua, a las lagunas, a los humedales, la contaminación ambiental, la destrucción de actividades agrarias o agropecuarias, los desplazamientos poblacionales o la indebida apropiación de tierras, etc. Además, no se escuchó nunca a la población. “CONGA VA” fue el grito de guerra que se buscó imponer al son del poder estatal. Soberbia, autoritarismo y represión, nunca el dialogo abierto y real fueron los instrumentos que el gobierno privilegió, por encima incluso de su gabinete Salomón Lerner que voluntariamente fue sacrificado por Humala. En el fondo, era la confrontación de dos formas de concebir el desarrollo regional y nacional. O se tomaba como base exclusiva y excluyente la explotación minera irresponsable, o ella formaba parte de un proyecto integral e inclusivo. Esa contradicción sí fue entendida por los cajamarquinos. Por eso su voto no puede conceptuarse, lo dijimos ya, como el escoger el extremismo o los irracionalidades antimineras, que es el argumento para condenar a todo un pueblo y para desmerecer la opción política ganadora, descalificándola de ante mano prejuiciadamente para conducir un gobierno regional.

Se han elevado voces y plumas para que el Jurado Nacional de Elecciones y el Poder Judicial puedan ejercitar acciones o fijar normas para impedir que candidatos procesados o investigados puedan ejercer cargos o impedir su postulación. No es nuestro propósito, por ahora, mediar en esta discusión. Pero en lo que toca a Cajamarca y a Gregorio Santos, su triunfo inobjetable no lo hace más culpable o menos culpable o inocente, es el reconocimiento a un liderazgo ejercido en condiciones difíciles y que supo enraizar en las zonas más deprimidas y de contacto directo con las explotaciones mineras. Pueden discutirse y hasta ponerse en tela de juicio sus razones políticas o ideológicas, incluso sus contenidos programáticos, pero lo que no pueden discutirse es su legitimidad, su conexión con la vida cotidiana, las frustraciones y las esperanzas de los pobladores.

Algo que nos parece positivo y realista son las palabras del Ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, en el sentido que en Cajamarca hay un partido triunfador “y eso nos obliga a afinar el dialogo político entre todos los actores”. No importa si estas palabras sean una especie de autocritica, lo esencial y rescatable es que podrían significar una nueva forma de trato entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales, privilegiando el diálogo y el trabajo concertado en torno a las prioridades y políticas concretas, sectoriales nacionales y regionales.