Por: Rolando Breña
Parece que ya no hay nada que hacer. El robo se ha convertido en una característica casi necesaria para quienes aspiran a un cargo público electivo. No genera ya escándalo, repudio o condena. Prácticamente resulta obsoleto, caduco o inaplicable el conjunto de delitos en capítulos enteros de nuestra legislación penal. No tienen ningún efecto negativo cuando de preferencias electorales se trata. A veces aparecen como un “caché” o una tarjeta de presentación antes que rémora, carga o vergüenza. Es tan natural y aceptado el “roba, pero hace obra”, que ya no nos ponemos a reflexionar hasta que punto de crisis moral nos vienen arrastrando los “nuevos tiempos”, donde el “sálvense quien pueda, como pueda, contra quien pueda, para lo que pueda” va quedando como lema del modernismo neoliberal.
Pues al arrojar todo lo humano a las fauces del “libre mercado”, cualquier acción, pensamiento, valor o arte es atrapado en las infinitas redes del utilitarismo y del pragmatismo (ya nos ocupamos de ellos en nuestras columnas sobre descomposición social) y van desdibujando su esencia de valores o acciones positivas, relativizándolas de tal manera que lo moral o lo inmoral, lo bueno o lo malo, difuminan sus límites y es posible aceptar cualquier cosa con aparente o real utilidad o beneficio, aunque las formas, los caminos o los métodos sean abominables.
Decimos esto, a propósito de la encuesta de DATUM, con la ya célebre pregunta: “¿Quien cree Usted que de llegar a Alcalde de Lima robará, pero hará más obras?”. Los encuestados responden sin hacerse mayores problemas de conciencia o de cuestionar lo que la pregunta encierra como inmoral y delictivo. Es decir, aceptando que van natural y normalmente juntos robar y hacer obra. Y esto es lo primero y doloroso, que se va convirtiendo en sentido común y aceptado, hasta estimulado.
La misma pregunta en sí misma es una respuesta, pues da por sentada que fue así, que es así, que será así. Ni siquiera alguna orientación o indicación de sus contenidos o implicaciones criminales. En el fondo, hasta resulta una colaboración para fomentar y sedimentar tales criterios.
Lo que está llamando más la atención de esta encuesta son los resultados. Aceptan a Castañeda que roba y hace obra en 59% y a Susana Villarán en 5%. Sin embargo no nos engañemos. No son los resultados lo más importante, aunque sea lo más llamativo. Es, reiteramos, la aceptación fatalista que las cosas son así y nada hay que hacer, sino continuar sin mayor aspaviento.
Lo que está sucediendo en este proceso electoral, no es sino parte de un proceso largo en el cual todos tenemos culpa de una manera u otra. No nos dimos cuenta. O lo que es peor, no quisimos darnos cuenta. Avisos y alarmas sonaron todos los días. No le dimos importancia, conciliamos, los alentamos o nos acomodamos a lo que venía, cuando pudiéramos alcanzar ventajas o privilegios. Es que todos de uno u otra forma en distintos grados, relajamos nuestras propias convicciones y valores, debilitamos nuestras defensas o, lamentablemente, pasamos a militar en esos nuevos “valores”, nos identificamos con ellos y sus mentores de fuera y de dentro.
Los resultados de esta encuesta, si bien son electorales, retratan el conjunto de lo que sucede en nuestra sociedad. Casi no hay rincón que se salve.
Empezando por nuestros partidos políticos, casi quebrados y en permanente crisis, perdidas sus brújulas ideológicas y doctrinarias, convertidas en aparatos puramente electorales para ganar como sea, con quien sea, para lo que sea. Partidos-Empresa hechos con dinero, para ganar dinero.
Los poderes públicos. El Ejecutivo nombrando zares o comisiones mientras ministros y altos funcionarios se empantanan en acusaciones de corrupción lobbes y hasta homicidio. El Congreso con gran parte de sus miembros sancionados, sujetos a investigación y procesos judiciales por pensiones alimenticias, hasta violación y narcotráfico. El Poder Judicial y el Ministerio Público, investigados y procesados desde sus cabezas más representativas. Las Fuerzas Armadas y Policiales penetradas desde sus altos niveles por la corrupción y el abuso de autoridad. La Iglesia llamando a la virtud y protegiendo centenares casos de pedofilia o malos manejos en la banca vaticana. Municipios, Gobiernos Regionales, Universidad…
Es un panorama duro, ciertamente. Pero en el País existen fuerzas suficientes para remontarlo. El pueblo peruano en sus distintas expresiones da muestra de férrea voluntad y lucha por forjar un mejor destino. Es necesario que todos “hombres y mujeres de buena voluntad” tejan la unidad que estos tiempos exigen.
“Patria o barbarie” puede ser el grito de guerra. Una patria para todos. Sin exclusiones ni privilegios. Y la perspectiva de esta patria no la podemos constreñir a las conquistas o a las construcciones materiales, económicas y sociales. Un lugar de privilegio tiene la construcción de un nuevo espíritu nacional basado en nuestras fuerzas morales y los valores permanentes del ser humano. El país requiere crecimiento y desarrollo, también regeneración moral.