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Por: Del Río Cépeda
Desde lo surreal hasta el realismo socialista, en el transcurso de la historia del Perú, el Partido Comunista ha trabajo de la mano con la cultura, y ese trabajo no puede ignorarse ahora.Este ensayo trata de rememorar la relación directa que ha tenido el Partido Comunista en la literatura peruana.
A esto, debemos centrar el tema, no se busca decir que el Partido ha creado a estos literatos, que los ha formado de raíz, en las filas militantes, sino que éstos referentes de la cultura, ya formados y desarrollados en su arte, han encontrado en la organicidad y naturaleza Partidaria un espacio de difusión y entendimiento: su arte es parte del proyecto cultural futuro, el de la sociedad igualitaria.
No es ajena a nosotros la trágica historia que se desató en nuestro país a finales del siglo pasado, por ambiciones políticas de un sector extremista y la excusa justa para que gobiernos, defensores del sistema económico actual, puedan llevar a la práctica las acciones más atroces. Los caudillos que jugaron con la fe de su masa militante, el denominado “Sendero Luminoso”; y los gobiernos de naturaleza represiva: Belaúnde Terry, Alan García y la dictadura de Alberto Fujimori. Motivo por el cual también, el sistema vigente, mantiene el estigma de categorizar toda idea subversiva como colaborador de este grupo que no supo entender la teoría y la práctica comunista.
Sin ahondar más ni pretender que éste sea un ensayo sobre concepciones e interpretaciones adecuadas del marxismo en la sociedad peruana y sus multinaciones, enfocaré el tema a los literatos que decidieron militar en un partido político, demostrando que la militancia no es un limitante del arte.
José Carlos Mariátegui pudo comprender el valor esencial de la cultura y cómo ésta es la constructora de la sociedad futura. “Amauta” sería, pues, el proyecto que nunca pudo repetirse, la cultura con la política y la política con la cultura: La manifestación indigenista, la vanguardia poética contemporánea, la traducción especialmente para Amauta de Sigmund Freud “En defensa del Psicoanálisis”, el Manifiesto Futurista de Marianetti, entre otros grandes artículos; fue muy ambicioso y pudo superar sus expectativas. La pronta partida de Mariátegui fue fatal para el movimiento revolucionario en el Perú. Mariátegui dejaría su obra más grande, el Partido que agrupaba todas estas ideas. Y es que, en su creación, su esencia no era sólo obrera y campesina, sino también artística.
Comencemos con una retrospectiva cronológica, partiendo desde César Vallejo [1892-1938], el poeta universal, quién decidiera alejarse del APRA para solicitarle a Mariátegui incorporarse al Partido Comunista y crear una célula del Partido en Francia con otros peruanos, militó hasta su muerte. Inspirador de la milicia española ante el golpe de Estado fascista de Francisco Franco, “España aparte de mí este cáliz” sería el himno que todo miliciano leería. Vallejo, de vida bohemia, de poética única, Vallejo sería hasta hoy, el más vanguardista de todos los poetas, no hay letra que se compare con la suya, y no ahondo más en su calidad, porque ustedes [los lectores] tienen el deber humano de leerlo.
Carlos Oquendo de Amat [1905-1936], quien innovaría con sus caligramas y la anarquía de sus composiciones, el eterno juego de su poética y el primer libro-objeto que sería “5 metros de poemas”, militaría desde joven en el Partido Comunista, sin comprometer su estilo poético, siendo el encargado del Partido en la Región Sur, motivo por el cual es detenido en dos ocasiones y desterrado del Perú. Carlos Oquendo de Amat sería poco nombrado, a pesar de sus aportes al estilo poético, y en muchas de sus reediciones nunca se nombraría que éste fue militante comunista, y sobre todo, parte del buró político. Amat moriría desterrado, por Comunista, moriría viajando a España, a pocos meses de estallar la Guerra.
Transcurriría poco más de una década, llegando a mediados de los 40’s y comienzos de los 50, donde un minero emplearía la literatura y los cuentos como medio de organización y concientización, Julián Huanay [1907-1969], obrero minero de la Oroya, escribiría “Suburbios” y “El retoño”, escritor autodidacta quien fascinaría a su generación literaria, siendo Washington Delgado el presentador de sus libros. Militante Comunista, dirigente obrero y referente del cuento peruano, personaje olvidado e ignorado por su militancia política, en Perú no tuvo acogida, mas en la Unión Soviética, su libro fue traducido y empleado para la enseñanza escolar de sus niños. Julián, el cual hasta hoy no logra ser mencionado en los espacios de difusión literaria, es sin duda el precursor del uso del realismo socialista en el cuento peruano.
Surgiría después uno de los más grandes referentes de la literatura, de la novela y la poesía, sería Manuel Scorza [1928-1983], renegado disidente aprista, y posterior militante comunista, revolucionaria con su obra, atacaría al gobierno desde sus letras, como diría “La literatura es el tribunal del pueblo”. Encarcelado, mitificado, desterrado, humillado, glorificado por el pueblo. El poemario “Imprecaciones” sería la denuncia y el reniego de todo peruano que vivía las traiciones continuas de los gobiernos, y “Los adioses” sería la faceta más íntima y sensible que todo revolucionario debe mantener. Tendría un final absurdo, un accidente, el estallido del avión donde viajaba, regresando de España en 1983, así se sofocaría la vida del más grande novelista peruano, eterno rival de Vargas Llosa.
Él no le tendría miedo a la muerte, y no lo tuvo, y en su ley murió, a los 21 años con 29 balas en el cuerpo, Javier Heraud [1942-1963], militante marxista, enlistado en el Ejército de Liberación Nacional, dejaría su clase y su estatus por luchar por el pueblo, muriendo entre pájaros y árboles. Javier sería así el hito de su generación, un personaje inspirador de la juventud actual. Que sin importar la edad podemos dejar todo un legado a las futuras generaciones.
Se ha cometido un error garrafal, el recuerdo sólo del dirigente sindical, el maestro que guió al magisterio en su victorioza lucha [el SUTEP era la revolución], pero Horacio [1943-1984], no era sólo él dirigente, fue también poeta, mas de 50 años lo separaba de Oquendo y las similitudes de sus poemas eran muy cercanas. La lucha, la pérdida de su amor total [su madre], los continuos encarcelamientos, las persecuciones, su enfermedad [la diabetes], su alcoholismo; era el líder bohemio. Horacio Zeballos escribiría “Alegrías de la prisión”, en el cual muestra aquel lado sensible, humano e infante del líder que el estado temía tanto. Hay que aprender a recordarlo, su poesía es educación y es lucha. En la actualidad en Arequipa y Moquegua el magisterio lucha porque su poemario sea libro de instrucción primaria en los colegios.
Este ensayo recogió algunos de los referentes literarios, algunos recordados, otros olvidados y otros recordados a medias, todos ellos escritores por naturaleza, pero es en el Partido donde encontraron su familia, el hogar para cada una de sus letras. Desde lo surreal hasta el realismo social, en el transcurso de la historia del Perú, el Partido ha trabajo de la mano con la cultura, y ese trabajo no puede ignorarse ahora. Es nuestro deber mantener a estos autores vigentes, mantenerlos vivos con la lectura y sobre todo, continuar su lucha: nunca dejar de escribir la revolución.
Extraído de lamula.pe