Por: Carlos M. Castillo Mendoza*
Aunque para algunos este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos sea una claudicación del gobierno de Castro ante el imperialismo norteamericano y una muestra de su arrepentimiento, porque la pugna debe continuar, yo creo que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países es una prueba de que el Tío Sam pierde una vez más, a juzgar por lo que dijo ayer el residente Obama: “El bloque de cinco décadas ha fracasado”
Como perdió en Vietnam, ahora termina reconociendo que el aislamiento al régimen socialista hace tiempo fue un fracaso porque, cuando de dignidad y orgullo nacional se trata, las armas, por muy poderosas que sean, valen poco o casi nada.
Cuba, con su enfrentamiento al gobierno norteamericano en la década de los años sesenta terminó siendo un símbolo y un llamado para unos, una amenaza y un mal ejemplo para otros. Era una piedra en el zapato para los que no querían el cambio y rechazaban el socialismo por lo peligroso que resultaba cuando de ganancias y de placer se trataba. Tan acostumbrados estaban los gringos al disfrute material que llegaban a la isla para deber ron, bailar al son de sus trovadores y broncearse con el sol caribeño que terminaron haciendo de ella el lugar para satisfacer sus apetencias carnales. Hasta que un día, la música terminó, la cantina se cerró y con el nuevo año (enero de 1959) sus hijos decidieron que había que recobrar dignidad y sosiego.
El castigo no tardó en llegar. Después de todo no estaba la Magdalena para tafetanes, ni el impero para soportar altiveces. Con el asedio vino la consigna y todos los países amigos de EE. UU., y la OEA, a excepción del voto en contra del Perú expresado por el ilustre embajador don Raúl Porras Barrenecha (lo que le costó la renuncia), iniciaron el bloqueo a ese pequeño país levantisco con la esperanza de verlo regresar arrepentido a pedir perdón por su osadía. Nada de eso pasó.
Cuba jamás dejó de ser un pueblo abanderado de la independencia y soberanía ante el imperio, pionero en la ciencia, animador del arte y la poesía, punta de lanza del pensamiento marxista en este lado del mundo, mártir del capitalismo feroz y desenfrenado, una nación solidaria como pocos cada vez que los pueblos han necesitado ayuda; lo demostraron cuando donaron sangre y hospitales de campaña luego del terremoto en Perú de 1970, hasta ahora enviando equipos médicos a África para aliviar a los enfermos por el Ébola.
Que ha habido excesos, radicalizaciones y exilios, sí. Pero, puestos en una balanza los actos generosos y buenos de ese gobierno frente a lo “políticamente incorrecto”, creo que pesan más las muestras de fraternidad y humanismo en el haber de la patria de Martí, Pablo Milanés, de científicos como Gustavo Kouri, Ismael Clark junto a cientos de deportistas que, en cada jornada olímpica, han sacado la cara por nuestra América Latina llenando de medallas de oro y plata al país donde nunca hubo derroche, desigualdades ni sumisión al mercado. Creo que eso debió haber pesado mucho en el pensamiento y la acción del Papa Francisco (un latinoamericano) para comprarse el pleito y tratar el asunto y tratarlo directamente con el Presidente Obama.
Si miramos bien, Cuba con su política de austeridad y su lucha por la igualdad siempre ha estado más cerca del espíritu del Evangelio, a diferencia de muchos pueblos occidentales y cristianos quienes, hoy devorados por el capitalismo, cambian al Niño Jesús por un gorro rojo con ribete blando y hacen del consumo la mejor muestra de fraternidad y amor.
Los nacidos en Santiago de Chuco tuvimos un representante en esa gesta, fue nuestro paisano Luis Felipe de la Puente Uceda, hombre piadoso y devoto de Francisco de Asís (a juzgar por el testimonio de su hermano y su hija), quien no dudó en dejar las filas del APRA, aliada con la oligarquía criolla, para enarbolar las banderas de la justicia y la fraternidad auténticas hasta morir en Mesa Pelada por Dios, por su patria y por el hombre del campo tantas veces mencionado y otras tantas veces traicionado.
Cuba, que ya tiene relaciones diplomáticas con muchos países del mundo y la solidaridad de muchos gobiernos, vuelve a ser un país con todos sus derechos en el concierto de las naciones, y en tiempo de globalización; pero no regresa suplicante ni “con el rabo entre las piernas” como hubieran querido muchos. Regresa fortalecido a decirle a sus hijos y a la América morena lo que puede un pueblo cuando resiste con la frente alta, el ritmo en el corazón, el trabajo como consigna, el respeto por el hermano, la lucha constante bajo el color rojo de la bandera que no es símbolo de muerte sino de coraje y virilidad. Hoy Cuba regresa con la conciencia del deber complido y el respeto de todos.
Después de todo, no debe ser gratuito que escritores, poetas y cantantes, ganadores del premio Nobel, artistas de cine con el Oscar en la mano, obispos comprometidos con el pobre, presidentes y personas humildes pero de corazón libre, hayan visto en Cuba una respuesta a la necesidad por hacer de este mundo un lugar donde se puede ser feliz en el ámbito del ser y no únicamente del tener.
*Miembro del Colectivo Capulí, Vallejo y su tierra