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Por: Julio Yovera
Mariano Melgar nació en Arequipa en 1791. Sus padres fueron Juan de Dios Melgar y Andrea Valdiviezo. Fue un niño precoz en inteligencia y muy dado al estudio .Aún no cumplía los 12 años cuando tradujo a los poetas latinos Virgilio y Ovidio. Se interesó por las ciencias, la teología, la filosofía y la literatura.
Su pensamiento agudo y su alma sensible hicieron que tomara distancia, poco a poco, de la vida canónica y escolástica y que se interesara por el destino histórico de la gente de su pueblo.
Cuando andaba por los 16 años, conoció a María Santos Corrales, su Silvia. A ella amó intensamente hasta el momento de ser fusilado. Le dedicó su poesía cargada de melancolía y nostalgia pero aun siendo intenso su amor a ella, no decayó su espíritu guerrero. Melgar amaba a sus ideales.
Cuando permaneció, en 1811, en la Universidad Mayor de San Marcos, tuvo oportunidad de informarse de las corrientes libertarias y humanistas que se difundían por el mundo. La Universidad era un centro de debates donde destacaban José Baquíjano y Carrillo y Toribio Rodríguez de Mendoza.
En el claustro sanmarquino tomó sentido de la palabra patria. El jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán la había introducido en 1792. En efecto, en la Carta a los Españoles Americanos se dice: “El nuevo mundo es nuestra patria y su historia es la nuestra” (1). Los criollos revolucionarios reflexionaban sobre la posibilidad de ser libres y, en el sur andino, la gesta de Tupac Amaru, proyecto nativista emancipador, era la fuerza matriz que motivaba la llama de la rebelión.
Para Melgar, patria y amada cabían completas en su alma. A ambas cantó con su corazón lleno de amor. Pasión, pensamiento y palabra trenzaban en su espíritu. Sentía que los pueblos debían ser libres y por eso se unió a las fuerzas patriotas.
Como sabemos, en la batalla de Huamachiri el poeta fue hecho prisionero y casi de inmediato fusilado. Esto aconteció el 12 de marzo de 1815.
“(…) por Silvia amo a mi Patria con esmero y por mi Patria amada a Silvia quiero” (2), había cantado el poeta y fue consecuente con su palabra.
Melgar tuvo el acierto de recoger del pueblo ese lirismo ancestral llamado “harawis”, que después fueron conocidos como “yaravíes”.
“El yaraví – dice F. García Calderón – es el ¡ay! que emite el alma cuando está agobiada por un pesar o por un amor desgraciado. No es el acento ardoroso del odio, ni la devoradora expresión de la venganza; es el gemido del que ve perdido su amor y continúa queriendo” (3).
El poeta es considerado como un precursor del romanticismo, más aún, es considerado como uno de los fundadores de la Literatura Peruana. Su vida épica y su obra lírica son una sola flecha y un solo destino.
Nos dejó su ejemplo de guerrillero y nos dejó su poesía de profunda sensibilidad. Tiempos después, la nostalgia andina aparecería en la poesía de César Vallejo; y la palabra con olor de ternura y de ira por cambiar los destinos de nuestros pueblos, aparecería en la poesía de Javier Heraud y de Edgardo Tello.
Para entender su vida y su pasión hay que acercarnos a su sensibilidad personal y a la realidad de su tiempo. Hombre de ideales y hombre de pasiones. Su época no le permitió afirmarse en la vida académica, donde pudo haber destacado, pero lo suyo iba más allá y es que personas de su temple no son indiferentes a la causa de los humildes.
La época de Melgar es de convulsiones, y por eso, el poeta no vaciló en ningún momento por incorporarse a la lucha armada. Me pregunto, ¿qué calificativo la daría la burguesía mediocre del país si Melgar fuera un hombre de estos tiempos? No necesitamos hacer un gran esfuerzo. Las clases dominantes lo habrían acusado de terrorista.
“Tal vez no sea exagerado afirmar que su frustración corresponde al fracaso de los proyectos de Túpac Amaru (1780) y de Pumacahua (1814) y al éxito de los criollos en 1821. No es casual, por esto, que Melgar solo se le reivindicará a partir de la década de los 20” (Sánchez: 1921; Mariátegui: 1928) (4)
Como decía Mariátegui, Melgar no es un “fenómeno limeño”, es un fenómeno de ese Perú todavía marginal y negado. La literatura peruana criolla – reitera el Amauta- no supo alimentarse “de la savia indígena”, pero, no sólo eso, además, mantuvo siempre su desprecio acuñado por su racismo e ignorancia.
A Marino Melgar “La crítica literaria lo trata con un poco de desdén. Lo siente demasiado popular, poco distinguido. Le molesta en sus versos, junto con una sintaxis un tanto callejera, el empleo de giros plebeyos. Le disgusta en el fondo, el género mismo. No puede ser de su gusto un joven poeta que casi no ha dejado sino yaravíes” (5)
Esos yaravíes conmueven las estancias andinas. He tenido la suerte de oírlas y sentirlas en las voces de los propios, en los arrullos de los ríos, en los vientos. Se dejan venir para decirnos que Melgar sigue cantando a la amada Silvia y a la amada patria.
Tenemos la convicción que un día será. Y por eso recordamos al poeta.
Citas Bibliográficas:
1.- Gutiérrez Antonio, http://digital.csic.es/bitstream/10261/29000/1/Viscardo-Gutierrez%20Escudero.pdf
2.- http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/libros/Literatura/melgar/melgar_larevolucion.htm
3.- Historia del Perú, Tomo VIII, Literatura del Perú Republicano, Editorial Juan Mejía Baca, Lima Perú.
4.- Mariátegui, José Carlos, 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, Proceso de la Literatura, Editorial Amauta, Lima, Perú.