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Por: Edwin Condori Letona*
En el escenario electoral donde la derecha va a la cabeza de las encuestas, sus candidatos tienen eco en los medios de comunicación, su maquinaria electoral viene avanzando en las paredes de las provincias y en los paneles publicitarios de los distritos periféricos dando la sensación que todo está resuelto y por ello ganarán estas elecciones; nuestra izquierda sigue su ritmo cansino y alucinógeno dando la sensación que se está alistando, como siempre, para participar en kermeses capitalinas o en elecciones estudiantiles en la PUCP, mas no para disputar poder.
El historiador Antonio Zapata caracterizó nítidamente lo que representa la izquierda en la actualidad: “es una lista de reclamos de minorías”, evidenciando su desconexión con las mayorías populares. Pero esta obsesión por las agendas de minorías es reproducida por “su renovación”, es decir, por sus círculos familiares que se confunden con amistades de clase. Es el círculo vicioso cuyo resultado nos indicará que no seremos más que un “error estadístico” en este proceso electoral, y se cumplirá la profecía de Alberto Adrianzén cuando le señalaba a Rosa María Palacios que la izquierda corre peligro de convertirse en “patrimonio cultural”.
Felizmente existe facebook como constancia que fuimos los mejores en memes, flyers y propuestas muy progres, que siempre derrotamos a la derecha por tener más likes. Claro, no reconocemos que en nuestras redes sociales tenemos casi a los mismos contactos, convirtiéndonos en un ghetto dentro del mundo virtual donde está prohibido postear música como reggaetón, bachata, chicha y huaynos cuya letra se sintetiza en una llamado al ojo por ojo, vaso de cerveza por vaso de cerveza. Solo se nos permite reproducir moralmente la trova, las fusiones rock-cumbia-tribal-ska-matarina-electro-pop que luego podrás bailar en algún antro del centro de Lima porque es la onda postmodernista. Quedará constancia de que la bicicleta será la movilidad del futuro, el apio crudo como signo de la comida saludable del futuro, el blazer como signo de distinción entre intelectuales activistas y las masas del futuro. Constancia de una ciudad con futuro inviable porque la mayoría de sus pobladores viven en las periferias de esos sueños. No terminamos de conocer la ciudad y pretendemos dar lecturas del país.
En estas elecciones el libreto es conocido: izquierda vs derecha. A la gente de pie no le genera ningún estímulo esa confrontación. En términos políticos le representa lo mismo: son políticos y no importa el color, tienen la reputación de ‘lo político’. Muchos se ilusionan por la conducta coherente de dos cuadros jóvenes precandidatos cuya trayectoria política pública se sostiene en cuatro años de trabajo congresal. Más allá de las redes sociales y los pasillos del Congreso no son conocidos precisamente porque el Congreso, o lo que se debate en él, no genera la más mínima expectativa en la población. Salvo seas su amigo o estés vinculado a los círculos políticos no los conocerías. Los medios no han destacado su labor porque precisamente su trabajo es alejar al pueblo de los asuntos públicos. Son ficción.
Necesitamos subsistir la arremetida neoliberal cuya alianza CONFIEP- FFAA -Iglesia Católica – Medios de Comunicación buscarán ser el meteorito que nos extinga. Debemos dar un giro en el escenario de disputa, porque en la de derecha versus izquierda nos van a demoler. Y lo harán porque no tenemos capacidad de movilización de masas para hacerle frente. Una cosa es la lucha puntual de una agenda provincial, donde de cohesionan en base a un objetivo y participan todos los colores, y otra cosa es la disputa política donde ya sabemos qué piensan las masas de los políticos.
Los males estructurales del país se sostienen en este centralismo que solo piensa y razona desde Lima. Debemos ubicar la contradicción entre el centralismo limeño y la lucha legitima de los departamentos o regiones por apostar en sus propios modelos de desarrollo para sus pueblos. La derecha no tiene candidatos más que limeños y limeñas. Sus partidos, como todos los partidos políticos, son una cáscara vacía no existen en las regiones salvo algunos núcleos rentados. Lo nuevo está en los movimientos regionales cuyas ventajas son evidentes:
i). Conocen en detalle el territorio, ii). Tienen identificadas las agendas de las mayorías, saben sus aspiraciones reales, desde los centros poblados, pasando por los distritos y las provincias. iii). Están vigentes porque vienen de una batalla electoral reciente, algunos con o alcaldías, gobiernos regionales, es decir, tienen vida política, no como aquí que nos estamos muriendo de inacción, iv). Tendríamos un ejército de personeros en todas las mesas de votación, donde la lucha del voto es decisiva, v). En caso de una victoria, quienes defenderán la voluntad popular no será la izquierda, será el pueblo que participó en su conquista. Esta vez no será el candidato, será el programa, la alianza, la coalición la que haya generado la victoria.
Es necesario, por tanto, representar estas aspiraciones con un rostro desde las regiones. Lo digo más allá de Únete por Otra Democracia y mi militancia en Ciudadanos por el Cambio. Necesitamos cambiar el escenario. Si nos gusta la utopía entonces no tiene nada de malo con soñar con esta alternativa.
Imagino una plancha integrada por César Villanueva (regiones), Gonzalo García Núñez (programa) y Carmela Sifuentes (CGTP). Verónika Medoza siendo reelegida nuevamente por los cusqueños, Sergio Tejada junto a Manuel Dammert y Rosa Mavila en Lima. Ver como Gregorio Santos elegido congresista por Cajamarca saliendo de la cárcel rumbo al Congreso rodeado de los militantes del MÁS, ¿se imaginan?
La política son signos y gestos. Imaginarse derrotar a la derecha nuevamente pero esta vez con el gran signo de ir cargados y desbordados de pueblo, no solo de minorías también con las mayorías, qué lindo sería. Soñar no cuesta.
*Ciudadanos por el Cambio- Villa El Salvador