La cuestión judía en la escena contemporánea

Prof. Julio Yovera

Por: Julio Yovera Ballona (Ponencia para el seminario “La Escena Contemporánea Hoy” 21, 22 y 23 de mayo del 2015- Casa museo José Carlos Mariátegui)

La Escena Contemporánea, publicada en 1925 por la editorial Minerva, fue la obra primigenia de Mariátegui, fue un análisis de la situación de Occidente, de su crisis, y fue también un análisis de la realidad de los pueblos de Oriente, que también formaban parte de la lucha contra el poder imperial. , y que se incorporaban a la lucha contra las fuerzas conservadoras. El capítulo 7 y último del libro está dedicado al semitismo y antisemitismo, el que vamos a comentar en la presente ponencia.

El problema judío – palestino es hoy uno de los más álgidos conflictos del mundo contemporáneo. Mariátegui incluyó este problema en el análisis del escenario internacional, e independientemente que algunas de sus apreciaciones no coincidan necesariamente con la biología del sionismo, el mismo que en sus orígenes fue defensivo y de búsqueda legítima de sobrevivencia para el pueblo judío. Hoy, el sionismo, ha convertido al Estado de Israel en una organización que propicia la violencia y la muerte contra el pueblo palestino.

El llamado “renacimiento judío” es uno de los fenómenos más interesantes del mundo contemporáneo, pero no es reciente sino de muchos siglos; lo que sucede es que se avivó después de la primera guerra mundial, y fue promovido por el sionismo. Desde sus inicios el sionismo tuvo una visión fundamentalista. Trabajaron para que el pueblo judío se cohesionara y para que el mundo los reconociera como “el pueblo eterno del gran éxodo (que), se siente designado, de nuevo, para un gran rol en la historia” (MARIÁTEGUI).

El Amauta advirtió que este postulado sionista lo hizo asumiendo reivindicaciones históricas, generó audiencia entre los judíos, aun cuando hubo quienes expresando desconfianza, se resistieron. En el análisis que Mariátegui hace de este fenómeno, rebela ya un manejo de la teoría marxista como método de investigación, pero expresa también su simpatía a la causa judía. Aclaramos, sin embargo, que esto es entendible porque doctrinaria e ideológicamente, Mariátegui sintió muy cercanos a los judíos; lo que no ocurrió ni con los culíes chinos ni con los negros.

El fenómeno judío no surge de un designio. No es el resultado, por lo menos desde nuestro punto de vista, de voluntad divina alguna que protegiera a predestinados o elegidos. Fueron las condiciones históricas  concretas las que llevaron a esta situación a los judíos. Exponemos esta idea a continuación y de manera muy breve:

A lo largo de la historia, el pueblo judío fue paria, marginado y mancillado, fue blanco de vejámenes. “La civilización burguesa había dejado subsistente en Europa, entre otros residuos de la Edad Media, la inferioridad jurídica del judío” (MARIÁTEGUI). Señaló también el Amauta que la habilidad del imperio inglés se aprecia  cuando éste, de manera ágil, advierte que en la sociedad judía había un sector que era un embrión del capitalismo moderno, que le resultaba beneficioso y útil fomentar.

A lo largo del feudalismo, mientras las castas dominantes se extasiaban en su vida parasitaria y versallesca, los judíos impulsaban el comercio, la industria y las finanzas. Considerados como la escoria de la humanidad, al concluir la guerra, demandaron solución a sus problemas, y muchos sectores del mundo occidental, personalidades de la cultura, la política, agentes económicos, humanistas, trataron de reivindicarlos. Los judíos se hicieron de una simpatía mundial de parte de los sectores progresistas y tuvieron una audiencia mundial favorable; que les permitía demandar que  se estudien y solucionen sus problemas.

El sionismo moderno tuvo su mentor en el judío austríaco Theodor Herzl, de profesión periodista, había sido testigo del rechazo de la sociedad europea hacia su raza y cultura. Después del caso Dreyfus, el judío que fue procesado y condenado por el Estado francés, acusado de supuestos delitos de seguridad nacional, Herzl llegó a la conclusión que en todas las sociedades europeas de occidente u oriente serían víctimas de antisemitismo. Formuló  entonces la necesidad de tener un territorio y un Estado propios. Él y sus seguidores se pusieron como objetivo: lograr que se haga realidad el sueño de vivir en Jerusalén. Fue ese el principal acuerdo del famoso cónclave mundial que se realizó en Viena, en 1897. El motor que los impulsaría a la acción sería el siguiente: hacer realidad la utopía judía socialista.

Mariátegui hizo un análisis integral para el contexto de la época,  aplicando el método dialéctico y con los instrumentos de análisis que le daba el materialismo histórico, auscultó el panorama internacional y analizó el carácter clasista del problema. En el Amauta no se apreció hacia los judíos, en ninguno de sus escritos, una expresión de  antisemitismo, que fue lo que caracterizó y caracteriza a no pocos sectores cuando analizaron o analizan este problema.

A más de un siglo del planteamiento del problema judío, algunos lo analizan de manera unilateral y subjetiva, argumentan y condenan a los judíos por razones raciales y religiosas; y no advierten y no quieren entender que lo que está en juego en el escenario mundial es un problema, que sin dejar de tener un carácter religioso y étnico, tiene que ver con los intereses geo políticos y económicos del imperio  norteamericano. El fundamentalismo, en este caso, es solo una envoltura de fanatismo que sirve para ocultar la esencia del problema.

Al estudiar el problema judío, Mariátegui no pasó desapercibido el estudio de las clases sociales; y, por lo mismo señaló las diferencias entre los judíos que están insertados a  la banca y la industria y lo que pertenecen al mundo del trabajo. El primero es un acomodado comerciante o financista; el segundo un obrero o empleado que sobrevive vendiendo su fuerza de trabajo. Es decir, para las ciencias sociales,  para el marxismo en particular, un judío no es una categoría étnica o social absoluta o única. Se es judío ateniéndose a una condición de clase, a una función social.  Se es judío pero además se es sujeto social dentro de un proceso productivo y una condición específica.

Sobre esa base pudo establecer, para efecto de estudio y análisis, los criterios de unidad y de diferencia, de coincidencia y de oposición entre las propias clases sociales judías, la relación de éstas con otras culturas y contó también su relación  y experiencia de vida con este sector. Un suceso elevado  que demuestra el nivel de acercamiento con los judíos progresistas es el siguiente: cuando en octubre de 1928, Mariátegui funda el Partido Socialista, uno de sus miembros de la dirección central es precisamente un judío de origen rumano, Bernardo Regman, quien recibe el encargo en la célula fundacional de atender los asuntos económicos del naciente Partido, pero además, fue uno de los hombres que se desplazaron por todo el Perú, haciendo una labor de contacto y enlace con los círculos socialistas existentes. No fue  el único, se conoce que hubo otros judíos estudiantes y comerciantes, como: José Iván Lerner, Miguel Adler, Noemí Millstein, Jacobo Hurwitz, comprometidos con el proyecto de los socialistas peruanos.

Los socialistas peruanos y los socialistas judíos, como puede verse, mantuvieron una relación cordial basada en la identificación en ideales. Por cierto, también hubo empatía y amistad pero éstas eran resultado de la afinidad de ideales y del compromiso para trabajar por lograr un mejor destino para la humanidad. Así se explica que en las primeras horas de organización y lucha por el socialismo en el Perú, los judíos se comprometieran con este propósito y que tuvieran protagonismo. Y como el sistema y el orden persiguen a los que lo enfrentan, sufrieron represión, seguimiento y hostilización, en su condición de judíos y de socialistas. En efecto, cuando en noviembre de 1929,  el régimen de Leguía desató una fuerte represión (se apresó a 180 personas y fue clausurada la revista Labor) el pretexto para llevar a cabo esa acción fue que se había develado un “complot judío”.

Lo que hemos afirmado es suficiente para deducir que Mariátegui tuvo  una relación cercana a la comunidad judía, en ellos encontraba gente que luchaba contra un orden decadente. La condición de migrantes y de ser marginados hizo que los socialistas y un sector de la sociedad peruana los acogiera con la mayor hospitalidad y afecto Entonces, el sionismo no se mostraba en lo que llegó a ser posteriormente. Lo cierto es que en la época que referimos, los judíos solían acercarse, visitar la casa Washington y participar en la tertulias de propiciaba el Amauta.

El sionismo moderno era una tendencia que se proponía como objetivo, devolverle la autoestima al pueblo judío, que ingresaron al siglo XX perseguidos, hostilizados y marginados. En algunos lugares de Europa Oriental, particularmente en la Rusia del Zar, vivían en ghettos y sufrían las peores humillaciones y actos de violencia en motines conocidos como pogrom.  Eran tratados como si fueran parte de una especie inferior.  Y por eso el mundo occidental, las mentalidades progresistas se identificaron con ellos.

Después de la primera guerra mundial, la comunidad internacional: “reconoció a las masas judías de Polonia y Rumania los derechos acordados a las minorías étnicas y religiosas, dentro de los Estados adherente a la Sociedad de las Naciones. En virtud de esta estipulación, quedaba de golpe abolida la desigualdad política y jurídica que la persistencia de un régimen medioeval había mantenido a los israelitas en los territorios de Polonia y Rumania”. El estado bolchevique de Lenin puso fin de manera revolucionaria la condición del judío que pasó a ser considerado y tratado como un ciudadanos con deberes y derechos. Esa visión direccionaba la concreción del sueño judío: “alcanzar la tierra prometida”. Eso ayudó a que el sionismo en sus primeras décadas fuera considerado como un movimiento progresista y revolucionario. Por eso, no solo nuestro José Carlos Mariátegui, sino otros reconocidos humanistas llegaron a saludar estos logros de los judíos y el sionismo. Leamos:

“El renacimiento judío no se presenta como el renacimiento de una nacionalidad. Pretende, ser más bien, el renacimiento del genio, del espíritu, del sentimiento judío. El sionismo –la reconstrucción del hogar nacional judío- no es sino un episodio de esta resurrección. El pueblo de Israel, “el más soñador y el más práctico del mundo”, como lo ha calificado un escritor francés, no se hace exageradas ilusiones respecto a la posibilidad de reconstruirse como nación, después de tantos siglos, en el territorio de Palestina”. ¿Quién decía esto? Nada menos que nuestro Amauta.

Es él también quien recuerda y transcribe la valoración que el sabio Einstein hacía del sionismo:

“El sionismo  está  en camino de crear en Palestina un centro de vida espiritual judía. Y agrega: “Es por esto que yo creo que el sionismo, movimiento de apariencia nacionalista, es, a fin de cuentas, benemérito a la humanidad”  (EINSTEIN)

Bien es cierto que Mariátegui, identificó y advirtió algo que hoy es uno de los ejes del conflicto: para volver a la tierra prometida se tenía que ocupar territorio palestino. Muchos fueron los que consideraban que ese retorno se haría por la vía diplomática y que sería consensuada. El Amauta prevé que ese retorno, no estará excluida de problemas.

“A la reconstrucción nacional judío en Palestina se opone, además, la resistencia de los árabes, que desde hace más de doce siglos poseen y pueblan ese territorio”. Es decir, los derechos demandados no se satisfacen violando los derechos de otros. Esto es un concepto elemental, basado más en el sentido común que en la teoría del derecho.

Este argumento lo desarrolla con juicios y citas, que algunos agudos lectores del Amauta han preferido hacer a un lado pero que nosotros, con fines de reflexión y mejor análisis, lo incorporamos en esta ponencia:

“Los árabes de Palestina no suman sino 800 mil. Palestina puede alojar al menos una población de cuatro a cinco millones. De otro lado, como escribe Charles Gide, los árabes “han hecho de la Tierra Prometida” una Tierra Muerta”. El ilustre economista les recuerda “el versículo de El Corán que dice que la tierra pertenece a aquel que la ha trabajado, irrigado, vivificado, ley admirable, muy superior a la ley romana, que nosotros hemos heredado, que fundamenta la propiedad de la tierra sobre la ocupación y la prescripción. Estos argumentos están muy bien. Pero, por el momento, prescinden de dos hechos: 1.- Que los israelitas no componen presentemente más que el diez por ciento de la población de Palestina, y que no es probable una fuerte aceleración del movimiento migratorio judío; y 2.- Que los árabes defienden no solo su derecho al suelo sino también la independencia de Arabia y de Mesopotamia y en general del mundo musulman, atacado por el imperio británico”

Mariátegui alentó este movimiento y lo hace porque los hombres que lo encarnaban y lo respaldaban eran personalidades del arte, la ciencia y la cultura que además iban contra la corriente, es decir, contra un sistema y que expresaban sino adhesión simpatía por el socialismo. Por eso llegó a decir: “El renacimiento judío, en verdad, existe y vale, sobre todo, como obra espiritual e intelectual de sus grandes pensadores, de sus grandes artistas, de sus grandes luchadores. En el elenco de colaboradores de La Revue Juive se juntan hombres como Albert Einstein, Sigmund Freud, Georges Brandes, Charles Gide, Israel Zangwill, Waldo Frank, etc.”  Y agrega que:

“En el movimiento revolucionario de Oriente y Occidente, la raza judía se encuentra numerosa y brillantemente representada. Son estos valores los que en nuestra época dan al  pueblo de Israel derecho a la gratitud y a la admiración humanas. Y son también los que le recuerdan que su misión, en la historia moderna, como lo siente y lo afirma Einstein, es principalmente una misión internacional, una misión humana”.

Mariátegui muere en abril de 1930. Una simple atención de fecha nos lleva a darnos cuenta que el Amauta no conoció ni el terror nazi ni el holocausto judío que se darían a mediados de la década del 40 del siglo pasado. Lo que vino después fue el horror y el crimen que inició y fomentó el sionismo

Durante la segunda guerra mundial y concluida ésta, cuando el nazismo de manera demencial se propuso exterminar literal y realmente a los judíos, la humanidad les dio, de manera espontánea, su solidaridad y fraternidad. No se abstuvo ningún pueblo, por el contrario, todos los dieron su adhesión y apoyo.  Nadie le retaceó sus derechos legítimos y nadie se quedó sin expresarle su rechazo y su condenado al nazismo. Al concluir la guerra, bajo nuevas condiciones se les apoyó en su recuperación moral y psicológica y en el reconocimiento de sus derechos cívicos.

No se advirtió que se estaba gestando una de las pesadillas que cubre todo el planeta desde mitad del siglo pasado y ha sembrado terror y muerte.

Y es que, así como ayer, el llamado pueblo más práctico del mundo sufrió lo indecible, hoy somete a las más indecibles crueldades a la población palestina. Y así como ayer “el pueblo más práctico del mundo” se benefició del tutelaje del imperio británico, hoy se beneficia del tutelaje del imperio norteamericano y promueve una destrucción sistemática que Vallejo la frasearía como la expresión del “odio de Dios”, pero que más que eso es la expresión de una estrategia de  ocupación y colonización sionista y una táctica permanente de atentados terroristas, y, en muchos casos, utilizando los mismos métodos cruentos que contra ellos utilizaron las hordas de Hitler, que creía en una raza superior, como ahora los judíos creen en el pueblo elegido, con un Estado que alucinan como la mano de un ser supremo, pero que en realidad es la mano del imperio, que les permite dedicar el 7 % de su PBI en gastos militares y que le repone todo el arsenal que necesitan para seguir asesinando a una población palestina en la que se ceban y exterminan. Hoy son los judíos los que asesinan con el argumento cruento de la “limpieza étnica”.

De hecho, hoy las mentes progresistas y humanistas del planeta respaldan la causa palestina. Lo mismo haría nuestro  Amauta. Que no quepa la menor duda. Y no pretendamos, finalmente, juzgarlo con la mirada del 2015, lo que él vio en 1924.

Nota: las citas han sido extraídas de La Escena Contemporánea.