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Por Julio Yovera.
Estadistas, expertos y humanistas de todo el planeta se congregan por estos días en Lima, capital de Perú, para llevar a cabo un cónclave que tiene la finalidad de comprometer a los agentes económicos, políticos, militares y culturales a trabajar a favor del medio ambiente. La COP 20, ha puesto en agenda, una vez más, el futuro de la tierra, y nosotros, desde la visión con la que analizamos los hechos, queremos decir nuestra palabra.
La tierra tiene aproximadamente 4,400 a 4,510 millones de años. Los cálculos se han realizado con métodos y técnicas que hoy dispone la ciencia. Las especies vivas aparecieron hace 3,500 millones de años. La vida del ser más próximo al homo erectus data de 2 millones de años. Un superficial análisis, que hacen suyo algunos, plantean de manera interesada y sin mayor rigor, que el calentamiento global y el deterioro del planeta tienen su inicio con el origen del ser humano.
Argumentan también que uno de los factores que ha agravado el estado de la tierra es el crecimiento poblacional explosivo. Si bien es cierto que las estadísticas indican que en 1700 la población mundial era de 760 millones; en 1800 de 1,000 millones; en el 2000 de 6,000, y 11 años después, en 2011, de 7,000 millones; afirmamos que ese no es el problema fundamental. La pobreza, digamos de paso, no es un lastre de producción sino de distribución.
Los partidarios de las tesis neo maltusianas aparentemente tendrían la razón, pero esto solo es una parte del problema, definitivamente no es su causa.
El hombre no es un ser abstracto, vive en sociedades concretas y es parte de clases sociales específicas, que le configuran modos de vida, psicología y cultura. Precisamente, una de las características de la crisis y deterioro del planeta son la depredación y pérdida de algunas especies de fauna y flora. 17 especies de animales del mundo se perdieron en los últimos 50 años. Y otras tantas están en peligro de desaparecer.
El hombre por instinto de sobrevivencia, desde las comunidades primitivas ha visto en los animales y los vegetales su fuente natural de alimentación. El problema se configuró después, cuando perfeccionó su técnica y acumuló por primera vez. Se depreda, al mismo tiempo, el hombre somete a otros hombres. Aparece la acumulación y el excedente fue una de las manifestaciones de la desigualdad de los hombres. Se configura en el orbe la primera forma de sociedad clasista: hombres libres y esclavos.
Desde esa época han transcurrido miles de años. Los modelos de producción y las formas de sociedad se han sucedido unas a otras. Las ciencias sociales cuyo objeto de estudio es el análisis de los hechos humanos en sus diversas formas, encontró en la teoría y el método marxista su marco conceptual, su método y su técnica para diseccionar, analizar e integrar el proceso de la sociedad en su toda sus dinámicas. El supuesto fin del valor del marxismo es casi una estafa porque teóricos del capitalismo que hablan del “fin de la historia”, “sociedad del conocimiento”, “tercera ola”, no prescinden de él sino que lo utilizan para sus fines.
No cometemos ninguna herejía cuando afirmamos que el deterioro del planeta ha ido a la par del desarrollo del capitalismo y lamentablemente hasta ahora de su sistema opositor “llamado a sucederlo”.
De manera precisa, ¿qué significan a fin de cuentas los ensayos de las explosiones atómicas y nucleares para el medio ambiente?, pues, su más absoluta depredación. No olvidemos que en tiempos de guerra, los focos sustantivos de atentado al medio ambiente, han provenido de los países beligerantes.
En tiempos actuales de post modernidad, los focos de contaminación ambiental son de dominio del gran capital, quien impone formas de dominación neocolonial a los pueblos, tanto en actividades de investigación como de explotación. Veamos:
El efecto de las explosiones atómicas son devastadores para la vida de los seres vivos del planeta y del medio ambiente. Los llamados reactores nucleares tienen consecuencias devastadoras inmediatos y de mediano y largo plazo. Así fue en Hiroshima y Nagasaky, cuando el poder yanqui “experimentó” con la vida del ser humano y el medio ambiente en plena segunda guerra mundial. Sin embargo, los grupos de poder, ninguno de ellos que se conozca, incorporaron en sus estudios que esta medida estaba inmersa dentro de las contradicciones de los grupos de poder por el reparto del mundo. No podemos hablar solo de conciencia a favor del medio ambiente sin hacer un cuestionamiento claro al orden imperialista que lo impulsa.
Pero, no solo el capitalismo ha dado su cuota depredadora. La tragedia de Chernóbil, ocurrida en la ex Unión Soviética en abril de 1986, tuvo que ver con un experimento diseñado por un sistema que se veía desde lejos que en nada se parecía al socialismo, por lo menos no al que concebió Lenin. La ironía es la siguiente: la tragedia se produjo en la Central Nuclear que llevaba su nombre.
La depredación, la contaminación y el calentamiento global es visto, dentro de la lógica del capital, como “costo”, no como daño. No deja de llamar la atención que hoy, por ejemplo, frente a una cada vez mayor conciencia de defender al planeta como una medida urgente de sobrevivencia de las especies, países como Estados Unidos y China no firmaran el Acuerdo de Kioto (febrero del 2005), que buscaba comprometer a 160 países, incluyendo a los de elevado desarrollo industrial, a disminuir gradualmente sus emisiones de gas, que es un factor de contaminación de alto poder destructivo.
Una sentencia antigua reza: “por sus frutos los conoceréis”. Saquen ustedes sus conclusiones. Por donde el capital irracional pasa con sus ansias de acumulación desbordada, de lucro enloquecido y enloquecedor, deja a los pueblos y al medio ambiente en la más absoluta desolación. Las plagas de Egipto de las que nos habla La Biblia son una bendición al lado de las plagas que desata en estos tiempos el gran capital.
Saludamos este encuentro por sus buenas intenciones, pero tenemos la responsabilidad de hablar claro y decir sin medias tintas, la posibilidad de garantizar un desarrollo sustentable y sostenido, de paralizar la angurria del capital; está en el hecho de que los pueblos hagan posible un nuevo orden. Ese es el reto.
Por cierto, en ese proceso bien valen los compromisos y los acuerdos parciales. Ello en tanto no queden en letra muerta.