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Por: Luis Gárate
Estamos entrando de lleno al proceso electoral nacional de 2016. Es un escenario en que los líderes de opinión, los medios y los líderes, más que las organizaciones políticas, ya juegan sus apuestas y sus estrategias para sus respectivos posicionamientos.
Desde la izquierda, tanto los partidos como los analistas, se habla mucho de fortalecer los espacios de organización, de fortalecer la relación y vinculación con los movimientos sociales, de mejorar los mecanismos de democracia interna, de construir espacios más amplios que alcancen al centro político, entre otros aspectos. Sin embargo se soslaya o se deja en segundo plano el rol de las personalidades, de los perfiles de las eventuales figuras y candidatos presidenciales y otras responsabilidades públicas como el Congreso de la República.
Si bien estamos plenamente de acuerdo que como parte de este lado de la política apostamos por el colectivo frente a las individualidades, no podemos soslayar la importancia de las persona como parte de la acción política y del trabajo de la organización popular para lograr las transformaciones sociales. No hay que ser muy acucioso en el análisis para darnos cuenta de la importancia de las personalidades en los grandes procesos de transformación social de la historia. Eso se aprecia en una somera revisión de las luchas por la independencia de los pueblos latinoamericanos del yugo colonial, o de las personalidades clave de los grandes procesos revolucionarios como Robespierre, Lenin, Fidel, el Che, Ho Chi Minh, Mao Zedong, Allende, Chávez, Lula, Pepe Mujica, Evo Morales, entre muchos otros.
Somos parte de una izquierda que reconoce plenamente el escenario de las elecciones en el juego de la alternancia de la democracia representativa, como el principal espacio de acción y disputa política, por supuesto no el único. En ese entendido, resulta indispensable hablar de la importancia de la construcción de referentes públicos para una izquierda que requiere urgentemente renovarse en contenidos, pero también en imagen, discurso, formas y vocerías.
Recordemos algunos casos ejemplares en la política peruana desde la izquierda, Podemos mencionar personalidades muy destacadas como las de Horacio Zeballos y Alfonso Barrantes. El primero, maestro moqueguano que forjó un gran temple y liderazgo en las jornadas de lucha sindical de los maestros en los años 70. Con una gran capacidad oratoria y de liderazgo que le permitió posicionarse como figura nacional y candidato presidencial. En el caso de Barrantes, destacado abogado de los trabajadores, con una postura más de intelectual y estadista. Con su carisma y discurso pausado, supo llegar a las grandes mayorías del país como líder de la Izquierda Unida, alcalde de Lima y luego candidato presidencial.
La historia nos muestra que muchas de las grandes personalidades surgen de la luchas, no necesariamente de la planificación. Este es el caso de Gregorio Santos Guerrero, quien se forjó como líder de las rondas Campesinas de Cajamarca, luego como presidente regional de su región que lideró la protesta popular frente a la prepotencia de una empresa minera y ahora, preso como parte de una persecución política del gobierno de Humala, se perfila como figura con proyección nacional y pre candidato presidencial.
Debemos reconocer que, a nuestro pesar, la política nacional e internacional están muy marcadas por la pauta mediática, la personalización, el manejo de la imagen y los discursos. En ese entendido, entendiendo que no buscamos ser lo mismo que la derecha con su poder mediático, no podemos descuidar la importancia de trabajar de manera planificada en el desarrollo de vocerías y liderazgos con proyección, que nos permitan ser opción viable de gobierno. No para construir personalidades egocéntricas y que solo vivan de su proyección mediática e individual, sino que sean figuras estrechamente vinculadas al proyecto organizativo, de construcción de poder popular y de transformación nacional por el que luchamos.