A César Lévano lo respetamos por su trayectoria periodística. Pero respeto no significa callar cuando viejos prejuicios ofuscan su juicio o cuando se imagina pontífice de la verdad.
Su fobia contra el Partido Comunista del Perú – Patria Roja es conocida. Hay distancias ideológicas y políticas de por medio, también vínculos pasados que nos colocaron en orillas enfrentadas, que parecen torturar su imaginación. Está en su derecho pensar y opinar como su conciencia se lo permite. Lo que no es aceptable es que saque conclusiones políticas o juzgue nuestros puntos de vista y acciones a partir de “oídas” o “por ahí se escuchó”, como acaba de escribir este martes 2 de diciembre en su columna en el diario UNO.
Además de desconocer el proceso electoral en Cajamarca, porque extrae sus conclusiones de “oídas”, introduce sibilinamente el mensaje de deshonestidad en quienes militamos en Patria Roja, pues antes de “reconciliarnos” con Marco Arana lo habríamos acusado de “cura traidor y divisionista”, lo que es absolutamente falso. Primero, porque nunca estuvimos peleados; segundo, porque esa calificación sólo cabe en cabezas febriles que no son las nuestras precisamente.
Va por la misma línea de insinuación –también sibilina – de que en las elecciones últimas en Lima “hubo quienes querían aliarse con Perú Posible” y con “el Partido Nacionalista de Nadine Heredia”, como “queriendo sin querer” meternos en ese saco que no nos corresponde.
¿Cómo hablar, luego, de “principios de ética y claridad”?
Lamentablemente también en las cofradías de izquierda hay quienes imaginan representar la verdad, que sus palabras definen donde está el bien y donde el mal. El paso de los años, en ciertos casos, parece que estimula dosis de vanidad como reacción a frustraciones sufridas.
Punto final y telón cerrado.