Por: Rolando Breña
Debe ser, presumiblemente, un caso muy poco común en los escenarios políticos, que el llamado a un diálogo por el gobierno, esté rodeado de tantas y tan disímiles características. Pues no sólo se trata de problemas estrictamente políticos, económicos y sociales, sino de procesos, investigaciones, acusaciones a casi todo el liderazgo y la dirigencia política nacional, incluyendo a ex mayores dignatarios del país y la actual esposa del Presidente de la República, por delitos que presuntamente cometieron y que alcanza todo nuestro ordenamiento penal. Sin embargo, no solo son las idas y venidas policiales, judiciales y fiscales los que rodean esta convocatoria, también un ambiente “político extremadamente tóxico” por llamarlo de alguna manera, protagonizado por políticos, congresistas, ministros, la pareja presidencial, que prácticamente han agotado los más duros adjetivos calificativos del idioma así como las expresiones más condenatorias y las comparaciones más ofensivas y ridículas. Además, el diálogo de hoy día tiene al centro la crisis de gobierno y su gabinete ministerial, su desmembramiento como fuerza parlamentaria, entre otras cosas; amén de la derrota a manos de los jóvenes movilizados por la Ley “Pulpín”.
No es pues una convocatoria, como nos quieren hacer creer, un hecho “normal” en toda democracia. Es un hecho, aún sin destino conocido, al que se recurre cuando aunque no se tenga ninguna vocación dialogante, obligado por los agudos problemas del régimen que Palacio de Gobierno y el nacionalismo pretenden remontar; la oposición parlamentaria por su lado busca, atendiendo a la invitación a dialogar o no y como lo advertimos ya, sus propios objetivos que no tienen que ver con la “patriótica” tarea de “salvar la gobernabilidad”, sino de afirmar las debilidades del gobierno y sacar de ellos el máximo provecho de acumulación electoral. Quizá el ejemplo más elocuente sea la comunicación enviada por Keiko Fujimori a Ollanta Humala pidiendo una entrevista privada bilateral, desdeñando la convocatoria oficial, solicitud que por ahora no ha merecido ninguna respuesta directa, tan solo la afirmación presidencial que la conversación “es con todos”.
Se supone que cuando un gobierno cualquiera, con más razón cuando se encuentre en graves dificultades, al convocar a un diálogo buscaría distender el ambiente político, procurando crear las mejores condiciones para que sea atendida de buen grado la convocatoria y, se supone también, para que los resultados sean los más auspiciosos, amainando en lo posible las borrascas sociales. Sin embargo, el llamado de Ollanta Humala encuentra entre las propias filas oficialistas, congresistas y ministros, principalmente, sus mayores elementos de disociación, de confrontación verbal violenta, que contradicen y sabotean el intento gubernamental.
Es difícil imaginar que mientras su gobierno pide diálogo, congresistas y ministros la emprenden contra los convocados con las peores diatribas, calificaciones y conceptos. ¿Será torpeza política? ¿Tal vez una incontenible capacidad e autodestrucción? ¿afán enfermizo de protagonismo? ¿masoquismo político? ¿o una concertada táctica para hacerla inviable, para demostrar que cualquier fracaso es atribuible a los opositores y no a la “sincera vocación democrática del gobierno”?.
Recordemos las expresiones del Presidente de la República llamando al fujimorismo “nacidos de una cloaca”. Hoy se niegan al diálogo bajo el pretexto de no respuesta a la misiva de su presidenta, dueña, candidata y heredera. Si creemos que ese capítulo había ya pasado, hace solo algunas horas se produjeron “debates” radiales y televisivos entre fujimoristas y nacionalistas en las que las acusaciones de corruptos, delincuentes, lavadores de activos, educados en USA con dineros robados al estado, etc. eran los más suaves, aderezando así con veneno los prolegómenos a un presunto diálogo.
Quizá lo más representativo de estos enredos sean las palabras de un importante líder y congresista nacionalista, Daniel Abugattás, quien afirmó: “lo primero que me evoca Jorge Del Castillo es una cucaracha en una pizza”. Lo inexplicable es que se dan cuando el gobierno había ya convocado al diálogo, teniendo al Apra como invitado y siendo Del Castillo su secretario general.
Las perspectivas no son de las mejores. Pero claro, podemos equivocarnos y de veras podrían existir y concretarse los mejores deseos para el país.
Este lunes, desde la mañana hasta pasado el mediodía, el diálogo se ha producido. La gran conclusión es que se habló de todo y se terminó en nada. Era previsible. Esta reunión, por lo menos en sus comienzos, no iba a llegar sino a una mini maratón de pequeños discursos partidarios tratando a trancos los grandes problemas nacionales, los medianos, los pequeños y aún los minúsculos, sin prioridades ni orden y, por supuesto, las promesas de abordarlas o procesarlas quedan para luego. Las declaraciones de los asistentes son sumamente claras. Todos han dicho lo mismo: “hemos planteado”, “hemos dicho”, “hemos sugerido”, “el compromiso es tratarnos con más respeto”, “el reglaje debe parar”, “tenemos que seguir trabajando en los problemas económicos”, “afinar las políticas para que el país siga creciendo”, etc. Podría decirse que la gran conclusión es: seguir dialogando. Pero no seamos tan negativos recojamos dos cosas: Uno, estudiar la posibilidad de disolver la DINI, luego la posibilidad de “revisar” el salario mínimo vital con realismo para el próximo semestre.