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Por: Rolando Breña
Ya casi sin sorpresa ni indignación, tal solo como curiosidad y morbo, todos los días nos enteramos a través principalmente de la prensa, de interminables actos delictivos ya sea contra la ley o la Constitución, contra las buenas costumbres o la moral; cuyos protagonistas centrales son personas ligadas a la función pública desde las más altas responsabilidades y políticos de distintas militancia.
No hay día que no traiga la prensa un verdadero huayco de nombres, de cargos y delitos o presuntos delitos. Nombres y apellidos de gente conocida, prestigiada y hasta ilustre o venida a menos, junto a otros nombres y apellidos desconocidos, que salen de la oscuridad, nuevos ricos o prontuariados etc.; cuyos hechos recorren prácticamente todas las conductas perseguibles en nuestro Código Penal. Es casi como nuestro pan del día o la persistente y fastidiosa llovizna de este invierno limeño. Investigados, procesados o condenados en esta cotidiana lucha entre la policía, el Ministerio Público, el Poder Judicial o las llamadas Comisiones o Tribunales de Ética.
Ex presidentes de la Republica, Ministros y ex ministros, congresistas y ex congresistas, presidentes de gobiernos regionales, alcaldes y regidores, servidores de los poderes públicos, de las Universidades, Instituciones del Estado etc. La lista puede ser interminable, cansa y a veces provoca un simple levantamiento de hombros.
Ciertamente, entre ellos deben haber responsables y culpables, inocentes y cómplices, también quienes sean objeto de persecución o venganza política o víctimas de las presiones mediáticas.
No es nuestro propósito analizar o atribuir responsabilidades, de eso se ocupan las autoridades y los organismos competentes, que ojala puedan hacerlo con la ley en la mano y en la conciencia, con objetividad y sentido de justicia.
Lo que pretendemos es sacudirnos un poco de los aspectos exteriores de información mediática. No dejarnos llevar por las acusaciones que van y vienen con razón o sin ella, de los escándalos, odios, y rencores que se producen.
Estos temas, problemas, fenómenos o como se les quiera llamar son solo una muestra de la hondura de la crisis institucional y de valores que atraviesa el Perú. Es parte de un proceso mayor de descomposición social que invade el conjunto de nuestra sociedad, de manera silenciosa y mortal, bajo nuestras miradas, con nuestra tolerancia y hasta con nuestra participación.
No hemos calado aún en los orígenes, manifestaciones, desarrollo y consecuencias de esta descomposición social. Las formas de tratarla, analizarla, informarla, la conceptúan como conductas anómalas, si bien abundantes y en crecimiento, pero solucionables con la represión el endurecimiento de las sanciones y mejores acciones de la policía y los órganos del Ministerio Público y el Poder Judicial.
Lo casi inmediatamente peligroso para nosotros y que tangiblemente se manifiesta, es que nos vamos acostumbrando paulatinamente a sus nefastas consecuencias. Las conductas antisociales, individuales y colectivas, ya casi las vemos como hechos normales, comprensibles, tolerables y hasta defendibles. Muchos de sus protagonistas pasean sus figuras y sus palabras en todos los medios de expresión, hasta suscitan solidaridad, adhesión y admiración. Las conductas inmorales se han banalizado hasta convertirse en parte cotidiana de nuestras vidas, a tal punto que se consideran inherentes a nuestra calidad humana y a toda forma de vida colectiva y, por lo tanto, imposibles de desembarazarse de ellas. “Hay que convivir, hay que acostumbrarse, que vamos hacer las cosas son así”.
Este espíritu de resignación y de fatalismo, propicia su mayor y acelerada reproducción y nuestra sociedad está en la práctica invadida por todos los lados.
Incluso se han acuñado frases que se convierte en normales, en argumentos y eslóganes electorales casi indiscutibles: “Roba pero hace obra”, “no importa que robe pero que trabaje”. Lo que evidencia hasta qué punto somos parte de tal proceso de descomposición social y gravemente permisibles a sus consecuencias.
En estas condiciones el desparpajo y el cinismo políticos entran fácilmente en juego y de la manera más torpe y chabacana.
Por ejemplo, en la ciudad portuaria de Ilo en el sur del país, un candidato a la presidencia del gobierno regional en plena campaña electoral ha declarado sin ningún escrúpulo que, efectivamente, cuando ejerció por primera vez la presidencia robó, pero no en camión solo en carretilla. Más tarde al ser cuestionado, dijo a manera de justificación, que robó pero no fue solo para él, que supo compartirlo. Y algunos piensan que hasta puede volver a ser elegido. Esto muestra hasta donde nuestro aguante, nuestra tolerancia malsana y nuestra permisibilidad pueden conducirnos. (Continuaremos)
RECTIFICACION.- En nuestra columna del 14 de Agosto, bajo el título de “Aparatos inteligentes”, transcribimos párrafos relativos a la concepción de las ciudades, equivocadamente lo atribuimos a Philippe Texier, experto francés de la ONU. En realidad pertenecen a Francis Fournier, también francés y funcionario de la UNESCO para las ciencias sociales y humanas. Mil disculpas.