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Por: Manuel Guerra.
El andamiaje construido por la derecha neoliberal para garantizar que la actual disputa electoral se polarice entre dos opciones de su mismo campo, amenaza venirse abajo. Están de por medio esos vastos sectores de la población que aspiran a cambios de verdad y que son conscientes que nada bueno pueden esperar de personajes como Keiko Fujimori, Alan García, Pedro Pablo Kuzcinsky o Alejandro Toledo, por solo citar las caras más visibles del entreguismo, la degradación, el autoritarismo que se pretende perpetuar.
La derecha cavernaria está asustada; ya en ocasiones anteriores —La primera elección de Fujimori y la más reciente de Ollanta Humala— quedó demostrado que el sentimiento popular puede arrasar con el poder mediático, la manipulación de las encuestas, el derroche de dinero destinado a comprar conciencias. Otra cosa es que quienes salieron elegidos revelaran luego su naturaleza de traidores, haciendo exactamente lo contrario a lo que prometieron.
La defenestración de Acuña y Guzmán por parte de un JNE convertido en un instrumento al servicio del modelo, responde al manejo reaccionario que se afana en una polarización derecha-derecha, allanándole el camino a Kuzcinsky o Alan García, cartas de su entera confianza para hacerle frente a la candidata del fujimorismo, que si bien cuenta con un voto duro de alrededor de un tercio del electorado, tiene asimismo el más alto porcentaje de antivoto, con un alto riesgo de ser derrotada en segunda vuelta.
El tiro les puede salir por la culata a los sesudos estrategas neoliberales. Tanto Acuña y Guzmán representaban a los ojos de un sector del electorado una posibilidad de cambio, canalizando un sentimiento de rechazo a las cartas más desprestigiadas de la derecha cavernaria. Con estos personajes fuera de juego se ha abierto un escenario de recomposición en el que Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea tienen las mayores posibilidades de crecimiento. Este último ha tenido la habilidad de pregonar un discurso alejado de las propuestas duras del neoliberalismo, echando mano a varios de los puntos del programa que enarbola Verónica Mendoza, genuina representante de la izquierda y el progresismo.
Las próximas semanas significarán un intenso despliegue de campaña, en la que la derecha cavernaria echará mano al todo vale para conseguir sus objetivos. Mientras más asustada, se tornará más beligerante y visceral, colocando en el punto de mira a la candidata del Frente Amplio. Verónika Mendoza tiene, además del reto de salir airosa de esta ofensiva, que llevar adelante una política de mayor diferenciación con Alfredo Barnechea, impidiendo que éste se abandere como el representante del cambio verdadero que la población exige.
No es momento para estar dudando, ni para permanecer en el inmovilismo. Verónika Mendoza representa hoy la mejor opción contra el continuismo neoliberal, y quienes respaldamos su candidatura tenemos que ganar las calles, conquistar la mente y el corazón de la gente haciendo una labor casa por casa, pueblo por pueblo, desplegando la iniciativa y la creatividad, contagiando la confianza, la alegría, la convicción de que otro Perú es posible si trabajamos unidos. Tampoco hay que descuidar la organización de los personeros, pues cuidar el voto resulta también decisivo cuando debemos enfrentar a sectores que no tienen el menor respeto por las normas democráticas y que son expertos en el fraude y el engaño.