Por: Luis Gárate
Como todos los años, son amplios sectores en el Perú y América Latina los que recordamos el legado de uno de los peruanos más ilustres y representativos del siglo XX: José Carlos Mariátegui La Chira. A 85 años de su partida puede resultar un lugar común el reiterar la importancia de su trabajo, de sus obras, de los partidos y gremios que fundó o inspiró en su formación. Sin duda es importante recordar eso, pero más aún reconocer su método de trabajo y su estilo como intelectual y político.
No es casual que en todos los rincones del país encontremos tantas calles, plazas, urbanizaciones, asentamientos humanos, promociones, escuelas y hasta una universidad que llevan con mucha honra su nombre. Eso es producto del reconocimiento que hay en amplios sectores de nuestro pueblo que ven en la figura del Amauta un referente de la historia peruana, un símbolo de las luchas populares en la conquista de derechos y más bienestar para las mayorías excluidas.
Asimismo es producto de una amplia hegemonía que en su momento tuvieron los sectores de izquierdas entre las organizaciones populares, tanto desde el movimiento sindical como el barrial y el cultural, desde donde se ejerció importante influencia y acompañamiento de luchas sociales. Causas como una educación pública de calidad, por el suelo para las mayorías que no tenían donde vivir con dignidad.
Mariátegui ha estado al lado de esas luchas por muchas décadas. Luego de su muerte en 1930 se le postergó algunos años, luego se le volvió a revindicar para inspirar al PC y también a varias corrientes de la izquierda con diferentes lecturas sobre su legado.
Más allá de esas controversias, hay que destacar que su principal aporte fue aplicación del método marxista para estudiar diversos problemas de la realidad peruana de la época, en especial destacando la base económica en su análisis. Cabe anotar aquí, rebatiendo los argumentos apristas, que Mariátegui no fue un europeizante como lo acusó Haya de la Torre, sino que leyó la realidad peruana y planteó una salida socialista que recoja las tradiciones propias del movimiento obrero e indígena de nuestro país.
Así como estudio con finura los problemas del indio, de la tierra, de la cultura y la religión, fue un asiduo observador y analista de los acontecimientos mundiales de la época. No lo hizo desde la neutralidad, sino como hombre que tomaba partido con firmeza por los procesos revolucionarios, como la Revolución Bolchevique, que remecían el orden capitalista e imperialista de las primeras décadas del siglo XX.
Un aspecto vital del legado de Mariátegui es la importancia del mito movilizador, porque efectivamente no era hombre de repetir dogmas, sino que bebió de varias fuentes culturales y teóricas para plantearse la importancia de la fe y el mito movilizador en la acción política.
Mariátegui es el referente más acabado y síntesis de un hombre coherente, que combinaba el estudio y la acción. Por un lado abocado al periodismo, al trabajo teórico, así como la propaganda política y organización. Creativo, amplio y convocante, firme en sus principios pero alejado totalmente del sectarismo. Convocante para hacer una revista de la trascendencia de Amauta, o para organizar tertulias en su casa con pensadores conservadores, anarquistas y sin fe. Confeso para haber organizado la central de la clase obrera: la CGTP, y el partido de los trabajadores y el pueblo: el PS que luego pasó a ser el Partido Comunista.
Por eso José Carlos debe ser hoy más que nunca un punto de encuentro, más que de división en las izquierdas. En los años 70 y 80 las diversas lecturas sobre su vida y trabajo sirvieron para dividir a socialistas y comunistas entre dogmáticos y heterodoxos, entre seguidistas y peruanistas. Hoy nos debe servir para ser mejores militantes, activistas, adherentes en la izquierda, para librarnos del espíritu sectario que para nuestra desgracia está vivo. También para repensar el frente político, que sin perder nuestras identidades, nos hace poner por delante un programa de acción y lucha para reconstruir un país secuestrado por los grupos de poder económico, por poderes foráneos, por las mafias que solo les importante medrar del Estado, las ganancias fáciles y el encumbramiento personal.