Por: Julio Yovera.
Nos toca recordar y homenajear a dos personalidades muy queridas. Las dos fueron sensibles al dolor del pueblo y porque eran parte de él, “sangre de su sangre”, lo entendieron integralmente y fueron capaces de rebelarse contra un poder oscurantista y reaccionario, que cree que la educación de las mayorías es una dádiva y que los maestros deben cargar su pobreza material como si esta fuera parte de su inexorable destino.
El homenaje a Horacio Zeballos lo hacemos en esta fecha porque en un día como hoy ingresó al reino de la inmortalidad y a Alicia Rojas Huaroto, con motivo de su cumpleaños y en el marco del Día Internacional de la Mujer. Ambos fueron maestros luchadores pues no estuvieron dispuestos a conservar el rol de candorosos sufridos y pacíficos conformistas.
Bajo la influencia de una realidad lacerante y de las ideas que los vientos de la revolución de Rusia, de China, de Vietnam y de Cuba, traían a nuestras latitudes, se fue posesionando, gracias a la labor de la organización que hoy nos convoca, el pensamiento gremial de clase y las ideas de Mariátegui. Se inició entonces la lucha de un gremio unificado de maestros. Hasta entonces los niveles y la especialidad, dividían al magisterio.
Frente a las voces y prácticas divisionistas, Horacio y Alicia supieron leer el alma de los maestros que aspiraban a la unidad de clase. Esa unidad se plasmó orgánicamente en el SUTEP, gremio que se fundó en Julio de 1972, en el Cusco, y que eligió a Horacio como su Secretario General.
Había llegado el momento de ver al maestro sencillo, polémico y robusto que se hizo conocido por su rostro barbado y su verbo cálido, capaz de fustigar a sus oponentes y de avivar la llama de lucha y de esperanza en los docentes. Desde entonces, igual que lo afirmado por Maiakosvky a propósito de Lenin y el Partido, se podía decir que, Horacio y el SUTEP eran hermanos gemelos. Las masas magisteriales, el pueblo y aún la dictadura, entendían que Horacio era sinónimo de SUTEP, y que SUTEP era sinónimo de Horacio.
Ambos, magisterio combativo y líder, fueron perseguidos, molidos a golpes, encarcelados, hostilizados, subrogados, asesinados. Y los dos se mantuvieron firmes y Trejos. Con el paso del tiempo, la salud de Horacio Zeballos se fue minando. El maestro robusto se convirtió en un hombre huesudo, parecido a un Quijote. Y, pese a todo, como ningún otro, estuvo en la lucha contra la Dictadura y cuando ésta tuvo que irse a sus cuarteles, Horacio se fue al Parlamento. Ahí lo puso su pueblo para dar nuevas batallas. Mas, como el pasaje bíblico, toda se estaba consumando. Y un 7 de marzo de hace 31, Horacio partió. Se fue para quedarse. En efecto, Horacio sigue batallando por su causa, que es la misma de los maestros y del pueblo.
De la compañera Alicia Rojas Huaroto nos toca decir que era una mujer sensible y tierna. Había nacido en Huaytará, distrito de Huancavelica. Su rol de maestra fue como el de una luz. Educó a sus alumnos y dio e inculcó buenos ejemplos a sus hermanos y familiares. Le tocó apoyar a los núcleos de maestros revolucionarios que se esmeraban en organizarse de una forma nueva.
Alicia fue una mujer animosa y dinámica. Supo brindar su amistad sincera y su hospitalidad generosa a los maestros comprometidos con el cambio.
Luchadora de estirpe. Trabajó incansablemente por la formación del SUTEP desde el COMUL, embrión de maestros clasistas que dieron vida al gremio magisterial. Demandó junto a los familiares, la libertad de los presos recluidos en el infierno verde de El Sepa y activó sin tregua por la libertad de los presos de la masacre de Cobriza.
Con ese don que poseen las almas sensibles: afloró desde el fondo de su corazón, la poesía. Dedicó sendos poemas a los niños, a los sueños, al hogar, a la patria, a la amistad. Trabajó y fundó con sus compañeros, camaradas y familiares COPIFOLP y el grupo PACHA PERÚ.
Hoy, la honramos con este acto. En la decisión hay un criterio que deseamos compartir. En un Proyecto histórico siempre hay figuras que sobresalen, líderes reconocidos, pero hay también personas que en el ambiente de la cotidianidad, en el trajinar del día, pasan inadvertidas y sin embargo son decisivas en el alumbramiento de lo nuevo. Estas personas pocos las identifican y las recuerdan.
Hoy empezamos a romper esta regla. Tenemos el deber de conservar la memoria. No debemos permitir que los ventarrones del neoliberalismo no desmemorien y nos arrebaten nuestra identidad. Y por eso este homenaje a dos personalidades que con su esfuerzo y sacrificio dieron vida a este proyecto que hoy se conoce como el Partido Comunista del Perú, Patria Roja.
Con este acto honramos a esos dos revolucionarios. Los dos fueron distintos y los dos fueron iguales: su amor a sus ideales, a sus principios. Y la práctica de una ética, de una moral que debe ser siempre un ejemplo a seguir.
Palabras dichas el 9 de marzo de 2015, en el local de Miró Quesada Nº 360.