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Por: Segundo Mendoza Díaz
El Estado peruano sufre de muchos males, entre ellos el “de las alturas”, para protegerse de este padecimiento es que aprobó una ley vitalicia, como muchas otras, para dejar sin efecto la existencia de quienes habitamos por encima de los tres mil metros de altura. A partir de este edicto los malos hijos del Perú que osamos vivir al margen de sus sabias legislaciones debemos atenernos a las consecuencias. Este es el caso de los campesinos que habitaban las comunidades de Rancas, descritas por el célebre Manuel Scorza; y, por supuesto, el de Máxima Chaupe.
La única forma de que el Estado revise, vía el Legislativo, la existencia de los condenados de Los Andes es que por estos lares se descubra minerales en cantidades inmensas, y si el hallazgo es oro el trámite se acelera. Entonces, por fin los ilegales tenemos esperanzas de resucitar ante el supremo gobierno. Ese milagro del cual debemos regocijarnos consiste en los siguientes santos mandamientos: i) ceder nuestras tierras a las mineras que van a explotar nuestros preciosos recursos, y si su buena voluntad es darnos una propina, genial, de lo contrario debemos ser muy pacientes ya que con la paciencia se gana la gloria, pues llegará el momento en que podamos trabajar como mano de obra aunque sea recogiendo mercurio como sucedió en Choropampa; ii) ceder nuestros lagunas y ríos malolientes; iii) realizar publicidad por caminos, cerros y pampas; y, como esto no es suficiente debemos ir a los canales de TV y a las emisoras radiales a propagar la buena nueva de la minería; iv) pedir en oración, en los templos católicos o protestantes, una larga vida para los buenos hombres que dirigen las gerencias de las empresas mineras; v) organizarse y linchar a algún cholo atrevido y malagradecido que ose siquiera hablar de la contaminación ambiental; y finalmente… vi) votar por el candidato que tenga la bendición de la empresa minera.
Los argumentos anteriores explican, en parte, el hecho de que una campesina de la que jamás se hubiera ocupado la gran prensa, hoy aparezca en noticieros, artículos y documentales. El caso de Máxima Chaupe desnuda la orfandad moral de la derecha peruana, de sus periodistas (si alguno de ellos merece tal calificativo). Resulta que un “respetable” hombre de prensa de la centralista Lima oficial escribe un artículo escandalizado sobre una cajamarquina estafadora, mentirosa, invasora de tierras, que tiene de rodillas al poder judicial y que acongoja al honrado de Roque Benavides al querer quitarle su propiedad. Y ¿cuál es la fuente objetiva en base a la que hace estas acusaciones este conocido “periodista”? -cuál más va ser sino las difamaciones de un obsceno publicista de Yanacocha, que mencionar su nombre no tiene mayor importancia.
El periodista limeño “olvida” que Yanacocha tiene en su haber varios muertos que al Poder Judicial no le interesan porque se trata de ciudadanos de “segunda clase”, “ya no recuerda” que los dueños de Yanacocha son una gavilla de delincuentes porque ganaron la licitación gracias al padrinazgo del dúo mafioso: Fujimori y Montesinos. Desconoce, intencionalmente, este señor que Yanacocha ha desaparecido lagunas, ríos; borra de su memoria el robo millonario que le hizo al Estado peruano al dejar de pagar impuestos mañosamente; oculta que casi ninguno de los proyectos que Yanacocha ejecuta, o pretende ejecutar, tienen licencia social, y que el Proyecto Conga menos. Entonces, la salida para limpiar la imagen de Yanacoha ensuciada hasta los tuétanos por sus propias acciones es desprestigiar a Máxima usando toneladas de mentira. Yanacocha y sus asalariados saben que la fuerza de Máxima no está en el Estado alcahuete, ni en el putrefacto Poder Judicial, no está en los proxenetas que dirigen los medios de comunicación, tampoco en los millones manchados de sangre que se le roba al Perú. La fuerza y grandeza de “La Dama de las Lagunas”, como la conocen en el mundo, están en que tuvo el coraje de rechazar el tentador soborno económico que Yanacocha le ofrecía y que podía resolverle sus problemas económicos para toda su vida; la valentía de quedarse en su terreno bajo amenazas y golpizas cobardes, constadas por peritos judiciales, que sufrió por parte de la policía y de FORZA de Yanacocha. La fuerza de Máxima Chaupe está en su dignidad, su grandeza moral y la justeza de la causa que defiende, algo que la derecha, aún con sus millones, no entiende ni tiene.
Por eso, en Cajamarca, es natural, es parte del sentido común de la gente, estar del lado de Máxima, porque la conocen, porque aquí hemos entendido que la causa de Máxima no es de una persona, es de millones de campesinos y pobres de este país que han sido, premeditadamente excluidos por este Sistema.
Hermana Máxima, hermanos del Perú y del mundo que estamos siguiendo este caso, tomemos estas acusaciones como de quiénes vienen; y, finalmente, parafraseando a El Quijote, junto a Máxima diremos: “Pueblo, cuando las hienas ríen es señal que estamos avanzando”.