Despelote (I)

Por: Rolando Breña

Realmente el asunto López Meneses se desborda en todas las direcciones, amenazando con anegar a toda la coyuntura política y producir algunos ahogamientos notables. Tal parece que, de investigado y aparentemente cercado por presunciones, indicios y alguno hechos que calificarían como prueba, López Meneses ha empezado una contra ofensiva en toda la línea, con un arsenal de gran potencia, lanzando sus primeros misiles a blancos de primera importancia, con puntería envidiable, con la seguridad de crear graves trastornos y destrozos.

Se comporta como un porta estandarte de la verdad, confrontado con el gobierno, con el parlamento, con todo el poder y la autoridad, con la seguridad, el aplomo y la convicción de un casi vencedor.

Concurre a la cita con el Congreso, saca la lengua a la Comisión que lo investiga y se retira en marcha triunfal. Trueca su mudez frente a los apocados parlamentarios por una fluida locuacidad ante los medio de comunicación.

En una estrategia de largo aliento, ha realizado sus primeros y eficaces movimientos tácticos, descolocando a sus oponentes inmediatos: La Comisión Investigadora, favorecido por los flancos visibles y débiles de su presidente y la falta de unidad y las fisuras entre sus miembros, así como el fuego graneado del oficialismo Parlamentario y Ministerial.

En su siguiente movimiento busca descalificar al Gabinete Ministerial en la cabeza del más expuesto del sector mediático y a la opinión pública y, por lo que parece, arrastraría un pasado reciente de relaciones no conocidas y poco edificantes (por decirlo menos) con el propio López Meneses. Ha afirmado éste, que el Ministro debe padecer de alzhéimer, porque no recuerda o no quiere recordar que ostentando el grado de Coronel lo “buscó” para pedirle un favor el año 2007, cuando ejercía cargo en la Dirección de Telemática del Ejército. Fue más lejos. Lo retó a hacer uso de su característica “incontinencia verbal” y explicar el motivo de esa visita y esa petición; si no lo hace el Ministro lo hará el propio López Meneses.

Es este un disparo en plena línea de flotación, que obliga al ministro a una debida explicación y a la Comisión a hurgar en lo que realmente existe. No basta que Urresti responda calificando a López Meneses de loco, muerto o Frankenstein creado por los Fujimoristas. No se trata de aceptar o no las afirmaciones de López, se trata de ir a la verdad, porque las acusaciones son de alto relieve, que sumados a los antecedentes en crímenes de lesa humanidad en Ayacucho, ratifican los graves entredichos en los que el Ministro navega.

En su movimiento táctico más importante, apunta directamente a la cabeza del Ejecutivo, y es el que más réditos le podría rendir. No solamente desmiente las reiteradas afirmaciones de Ollanta Humala de no conocer a López Meneses, sino que lanza una acusación realmente gruesa que significaría que la imagen presidencial, del Nacionalismo, de todo el aparato construido entorno a una presunta conducta democrática y anti dictatorial que fue la bases sustancial de la formación Política nacionalista y de sus resultados electorales, se viniera por los suelos.

Afirma López Meneses que el recordado “levantamiento de Locumba” sería solo un recurso de Montesinos utilizado como un elemento de distracción para posibilitar su fuga. Esta especulación no es nueva, ciertamente. Sobre ello se ha escrito bastante. Sin embargo lo que constituye no solamente lo nuevo sino una verdadera “bomba”, es la posible existencia del audio de una conversación entre Montesinos y Humala que revelaría las coordinaciones entre ambos para producir los hechos de Locumba. De ser cierta esta revelación, quedaría demostrado que Humala era también un operador del “Doc” y que su carrera política se edificó entre el engaño y la falsificación histórica. Lo que da mayor impacto a este audio, además de su presunto contenido, es que estaría precisamente en poder de López Meneses; constituyendo obviamente, de ser verdad, un arma fenomenal que aseguraría la inmunidad de su poseedor. Explicaría, además, los temores del gobierno y del propio Humala para no comparecer ante la Comisión Investigadora.

Por ahora, todo es aún especulación. Todo es un juego de probabilidades. Todo se concentra en dimes y diretes, en afirmaciones y negaciones, en ataque y defensa, en miedos, temores, amenazas, secretos. Los días que vienen quizá nos den más luces. O quizá los protagonistas cierren puertas, ventanas, boca y se busque que el tiempo lo archive.

A veces, quizá también ahora, los que amenazan con revelaciones, quedan en amenaza; los que tienen o dicen tener información y evidencias, se quedan con ellos; los que conocen los hechos se los guardan. A veces solo se hacen aspavientos y se agitan los corrillos para advertir al otro que también tiene rabo de paja y que mejor calle; para enviar mensajes de “si yo caigo, también otros pueden caer”