Por: Luis Oliva Antezana
El proceso unitario de las izquierdas, el progresismo y el movimiento social-popular, debe de seguir siendo una bandera que la izquierda no debe renunciar y por el cual debe seguir trabajando con seriedad y amplitud de miras. Sin embargo, por el momento el daño que se ha autoinflingido exigirá mucho esfuerzo, tiempo, serenidad y capacidad de rectificación para que puedan remontar y encauzar colectivamente hacia su unidad.
El país reclama una izquierda unida, coherente, capaz y con ligazón al movimiento social y popular. La izquierda necesita dejar de ser un ente marginal y pasivo en la política nacional y debe de convertirse en un actor sustancial y de alternativa a los defensores del modelo neoliberal; con propuestas renovadas, con programa definido, con nítida lucha contra la corrupción y la apuesta por un gobierno de “ancha base social y de regeneración moral”.
LIMA SINONIMO DE DISPERSIÓN
En el caso de Lima las consecuencias de la división de la izquierda tienen una dimensión mayor. Se constatará entonces que la participación electoral, por las condiciones y errores en que se asienta, en lugar de avance significará un retroceso bastante difícil de superar. Así ganara Susana Villarán, el nivel de desconfianza y dispersión que se ha generado es de tal magnitud que difícilmente habría una identificación con su gestión y una recomposición rápida de fuerzas.
El que Susana Villarán priorice la unidad con los chakanos no le ha resultado nada favorable, incluyendo el sacrificar más de 20 distritos por esa una unidad en favor de ellos, lo cual ha derivado en una campaña endeble y poco entusiasta. El fardo de Perú Posible ha sido, al fin de cuentas, más pesado que lo que pesó Patria Roja y toda la izquierda juntos en el proceso electoral del 2010; Ellos tienen de lejos mayor número de activistas y una mayor identificación con el programa que encabeza Susana. Ahora, incluso internamente, a los partidos involucrados les será difícil pasar la página, el daño está hecho, deberán de mirar adelante y aprender de los errores.
En la Lima que aglutina casi todo el poder político, económico, mediático, etc. la derecha logró al fin su cometido, aislar y dividir a los sectores de izquierda y progresistas; errores propios y ajenos, incapacidad de poder entender colectiva e individualmente las potencialidades que tiene la unidad, marcaron el derrotero de la dispersión y la derrota. La derecha no podía permitir una izquierda unificada con posibilidades de triunfo, sería muy riesgoso de cara al 2016; hoy la derecha aplaude y se regodea con lo fácil que le resultó dispersar en Lima a la izquierda y tiene prácticamente la cancha despejada. Ojo solo en Lima.
Por otro lado no se puede obviar la fuerte tradición caudillista, hegemonista, divisionista y auto liquidadora que debió de ser desterrada, hace mucho tiempo, y que se encuentra vigente en su seno; lo positivo es que el dogmatismo poco ha tenido que ver en este proceso a pesar de que en algún momento algún sector señaló que había una intención de algún grupo de marcar la cancha con la falaz disyuntiva de: “revolucionarios vs revisionistas”. Discusión absolutamente ajena a la realidad de la izquierda peruana de hoy.
Distinto hubiera sido una derrota con el 15% o menos, de una izquierda unificada. Sin duda tendría otra perspectiva a lo que se vislumbra hoy; una derrota así hubiera ayudado a cohesionarse, a avanzar y tendría a su vez otro correlato a nivel nacional. Sería el 15% del trabajo colectivo, unitario, el piso sobre el cual la izquierda pueda levantar sus banderas pensando en el 2016. Pero es todo lo contrario.
LECCIONES APRENDIDAS
Felizmente Lima no es el Perú y en las regiones, la propia derecha siente que se inicia el asedio a su castillo de barro. Se señala 5 a más regiones que pueden caer en las garras de los antimineros y antiinversión. Sesudos especialistas, analistas políticos y económicos, dirigentes nacionales de partidos como Fuerza Popular han sido destacados a influenciar en los procesos electorales regionales, centrando su actividad en Cajamarca y Moquegua. Satillán y Rospigliosi son los más connotados “analistas y opinólogos” a sueldo que han buscado por todos los medios influenciar en la población, mintiendo y enlodando a diestra y siniestra las candidaturas del MAS y el FIRME; para su mal, la visión despectiva que tienen del ciudadano de las regiones ha generado un efecto inverso a su cometido.
La izquierda ha aprendido, luego de más de 15 años, de las derrotas en elecciones regionales y locales y ahora concentra su esfuerzo ahí donde tiene mayores potencialidades y posibilidades. La izquierda, a diferencia de los 80s, no puede estar en todas las regiones, provincias y distritos del país, con la misma fuerza e intensidad; ahora centra su actividad y radio de acción y convierte zonas determinadas del país en centros de disputa del poder a la derecha y marca claramente su nueva influencia que viene acrecentándose a nivel nacional.
El Frente Amplio tomó una decisión política vital, que puede servir para revertir la situación, al señalar que “se respetaba las dinámicas regionales”, y con ello no forzando una unidad que podría haber desencadenado en un mayor enfrentamiento y dispersión a nivel nacional. La realidad era que había muchos movimientos regionales, provinciales y distritales con una marcada identidad, liderazgos y logos posicionados a los cuales no se les podía hacer perder, por la fuerza de un decreto firmado por dirigentes ajenos a sus propias realidad; su trabajo, su identidad política y demás.
El proceso de unidad de las izquierdas será más largo y tedioso de lo que se cree y con mayores elementos de subjetividad; no hay duda que hace falta una renovación, no solo de rostros y liderazgos, sino y sobre todo de formas y métodos de hacer y entender la política. La izquierda peruana requiere enlazar las aspiraciones de cambio buscando unificar de abajo hacia arriba a los movimientos distritales, provinciales y regionales; Cajamarca entre otros muestran los pasos a seguir: partidos y movimientos organizados, con influencia real en la sociedad, programas alternativos, profunda identificación con las demandas y necesidades de sus paisanos, cuadros capacitados técnicamente con identificación clara con el proyecto que se está forjando y liderazgos abiertos y convocantes. Sino una victoria como la acontecida en Lima el 2010, puede volverse una derrota al no contar con estructura política, propuesta programática, unidad de acción y capacidad movilizadora de las voluntades mayoritarias.
La izquierda debe tener desde ya una visión integral, un modelo de país, un programa que recoja las necesidades mayoritarias y las canalice efectivamente. No debe esperar al filo de la navaja para ir limando sus asperezas, que terminará siendo una unidad con mocos y babas.