Otra vez Quintanilla

Por: Rolando Breña

Una vez más Alberto Quintanilla está entre nosotros. Aparece siempre como una tromba que pone de vuelta y media a los que somos amigos y admiradores de su arte que nos contamos por centenas y miles. También a quienes no lo quieren mucho, que existen, pues de todo hay en las viñas del Señor. Y con él viene todo su arte, sus pinturas, sus esculturas, sus grabados. Viene asimismo, el ser humano solidario y desprendido, el peleador de ring y de calle, el amantísimo y fino bebedor del buen vino, el bohemio impenitente a pesar de sus buenos años; el chispeante e inagotable contador de anécdotas, chistes, historias e historietas; voluntario interprete de añejísimos huaynos y coplas cuzqueñas, enamorado y enamoradizo sin cuenta, enemigo feroz y amigo entrañable, de opiniones definidas y definitivas; maestro y aprendiz permanente, provocador y amable, gramputeador y tierno, gran discutidor de todas las cosas pequeñas y grandes, el del abrazo apabullante y el beso fraterno….

Para esta columna, hemos cogido prácticamente al azar, algunas apreciaciones sobre su arte, así como cortas declaraciones suyas:

“… las imágenes dobles o las cabezas pares nos remiten, entre otras manifestaciones de alguna realidad onírica a una ‘a una cosmogonía Quintanilla’, la realidad dual de los andes peruanos, en la que los ‘hurin’ y los ‘hanan’ hacen de la dicotomía creadora una misma cosa, una sola realidad” (Manuel Rodríguez Cuadros).

“La resurrección de una raza y el reconocimiento de la milagrosa cultura andina son el tema de Alberto Quintanilla”. (Eduardo Gonzales Viaña).

“…constituye la inspiración que se nutre y fluye con un torrente inagotable, desde las profundidades del subconsciente colectivo del hombre andino, ligado a una realidad heterogénea, fluctuante, cambiante y muchas veces impredecible”. (Luis Concha Sequeiros).

“… siempre se conservó como un coscoruna emigrado a París dispuesto a mostrar urbi et orbi, su mensaje milenario andino, que bulle en la magia de las evocativas creaciones” (Juan Manuel Eléspuru).

“Conoce desde su primer sueño la intensidad del azul del cielo serrano al medio día o al atardecer rojizo de los mitos leyendas andinas, pobladas de fabulosos monstruos, duendes, zorros y demonios, los cuales traslada al lienzo, la poesía o la escultura…”

“vivir 40 años en la cuna de la razón (París) le ha permitido corroborar que solo la magia puede devolverle a Occidente… el arte de la vida”. (Francisco Obregón).

“Y es cuzqueño, es corajudo.

Es cuzqueño, es pujante.

Es cuzqueño, es enrazado.

Es cusqueño, es grandioso.

Es cusqueño, reilón, pendejo, trompeador, peruano,

Cachaciento, veraz, pujante, tenaz” (Borde y Magnificencia de Alberto Quintanilla, Jorge Pimentel).

“Este cóndor andino, al cual la familiaridad de las alturas representa su entorno natural, ha mantenido su originalidad, ancestral y en sus pinturas de mágicas revelaciones nos muestra su vuelo sideral por las alturas de su andinidad, siempre presente y siempre auténtico” (Juan Manuel Eléspuru)

“Sus obras hay que leerlas únicamente desde donde nace la dualidad. La ‘choledad’ no es una categoría estética pero es una explicación sincrética a una cultura –la andina- que reclama su espacio en un mundo contemporáneo como una de las culturas más antiguas del planeta”. (Hernando Obregón).

“…la paleta de Alberto es guiada por el corazón, porque viajan juntas por el mundo y en cada cuadro de Alberto, en cada Quintanilla, están partes de nuestra cultura, de las leyendas oídas al calor del fogón, en la penumbra del humo y el olor fresco del mote” (Jorge Flores Ochoa).

Me he permitido añadir algunas palabras mías, publicadas tiempo atrás: “Como pocos, Quintanilla busca sus raíces pictóricas en las esencias de nuestra historia, de nuestras tradiciones, del mundo fabuloso de los Andes y, como nadie morando en las metrópolis de los 5 continentes ha tenido la capacidad de mantenerse peruano y cholo como artista y como ser humano. No se necesita olvidar lo que se es para alcanzar alturas de la maestría y el prestigio; al contrario, cuanto más hondo penetramos en lo nuestro, más auténtico podemos ser y, al mismo tiempo, de mejor manera podremos ser universales… Pinta en París tarareando sus huaynos cusqueños y expone en Italia o Estados Unidos o Dinamarca o Inglaterra, murmurando sus maldiciones o esperanzas en quechua…”

¿A qué pintor se parece tu pintura?

Quintanilla: “Yo me parezco mucho a Alberto Quintanilla. Casi exacto soy. Resulta que me parezco a mi mismo. Yo no puedo ser otro que Alberto Quintanilla”.

“Mi pintura es una herencia ancestral y a la vez una respuesta estética que tiene miles de años”.

¿Por qué llamar a ésta exposición la Sabiduría del Ojo?

Quintanilla:“Yo cada día amanezco con un ojo diferente, esta educado para captar nuevas sensaciones y a veces quiere volverme loco. ¿Qué te parece?. El ojo después que se duerme es otro, nace de nuevo, nunca es el mismo. Por eso, yo tampoco soy el mismo”.

“Me chocó mucho (su primera llegada a Lima), me pareció un país extranjero, el más extranjero de mi vida… aquí dicen: ‘qué gracioso ese cholo Quintanilla cuando habla’, pero yo hablo como cholo siempre, y además es mi marca, entonces yo sigo siendo fiel, además no lo hago expresamente, sino que soy así”.

Quintanilla expone en PETROPERÚ a partir del 25 del presente.