Gabinete en el Congreso

Prof. Rolando Breña

Por: Rolando Breña

En pocos días tendremos la presencia del Gabinete Jara en el Congreso de la República. Las apuestas corren bajo miradas atentas, tan ansiosas y casi desesperadas, como la de los “burreros” que juegan sus últimos centavos en Monterrico.

El Perú debe ser uno de los pocos países en los que la comparecencia de un Ministro o un Gabinete es sinónimo casi de un trauma o terremoto políticos. Un hecho que debería ser un evento normal en el juego democrático, para analizar y discutir los programas y acciones del gobierno, se convierte en una mini guerra de posiciones, donde el oficialismo va a la defensa absoluta y a ultranza de sus querencias y la oposición a ver qué flancos débiles puede dañar más.

Mientras tanto, los problemas del país bien gracias. Siempre aguardando en la sala de espera a ver si en algún momento las puertas del hemiciclo abren y les permitan pasar; o mejor dicho, si los señores Ministros y Congresistas se acuerdan de ellos, no para las frases y los discursos, sino para confrontarlos y resolverlos.

Además, si se revisan los antecedentes de las presencias ministeriales gran parte serán para cuestionar algunas conductas, para criticar o exigir información sobre conflictos más o menos reprochables, personales, legales o institucionales.

La presencia ministerial debería tener como centro el examinar las urgencias y problemas de cada sector y de la política nacional de la manera más amplia posible. Así el ejecutivo y Legislativo podrían unificar criterios, de tal suerte que ambas gestiones producirían resultados mucho más productivos, y los ciudadanos sabríamos a qué atenernos respecto a las labores del Gobierno y del Congreso. Podríamos advertir de qué manera los elegidos conocen y abordan nuestras necesidades, de qué manera cumplen las ofertas electorales y cómo cada agrupación y cada congresista son consecuentes con el mandato legislativo y el mandato de sus regiones y los del país.

Los formatos de la presencia de los ministros en el congreso, se tornan intrascendentes. Nunca ocasionan ninguna, por ejemplo, rectificación, modificación o reorientación de las decisiones del ejecutivo, ni siquiera de su conocimiento más o menos claro. Es más, lo reiteramos, una especie de ajuste de cuentas. Por ejemplo, hoy día el centro del debate parlamentario es si el congresista Daniel Abugattas presenta sus disculpas por haber utilizado el término de “ratas” a quienes cambiaron de bancada. Y presumiblemente tendrá efectos en las intervenciones, en el debate, y, a no dudarlo, entre las mismas huestes nacionalistas y el consiguiente voto de confianza.

Como recordamos existe también otra forma de presencia ministerial en el pleno, denominada “Estación de Preguntas”, que es en el fondo una forma de estafa e hipocresía política que no sirve prácticamente para nada. El congresista pregunta lo que quiere y el Ministro responde lo que puede. Las preguntas hay que hacerlas llegar por anticipado al señor ministro, con limitado número de palabras. El Ministro puede responder con un discurso o con una sola frase; y si no quiere responder dirá que lo manda por escrito. Y asunto terminado. Se parece tanto a nuestro “Tren Macho” de Huancavelica qué, según se decía, “Sale cuando quiere y llega cuando puede”. Este “Tren Macho Congresal” requiere un remodelamiento tal como lo requiere el “Tren Macho huancavelicano”. Sería algo viable y democráticamente aconsejable, como parte de una verdadera política de inclusión, que previamente a la presencia ministerial, principalmente del conjunto del Gabinete, pudieran los sectores sociales organizados más representativos, los gobiernos regionales y locales, entre otros hacer llegar sus principales demandas y preocupaciones y exponerlas  para ser tomadas en cuenta en las políticas gubernamentales. Aportaría, a no dudarlo, contenido sociales mayores y democráticos, dando oportunidad al congreso y el ejecutivo para que pudieran estar más cerca de la población, que es a quien se deben.