2015: RENOVARSE O SOBREVIVIR EN EL FRACASO

d74dc77174301d842fbb65e1b6dbf199

Por: Manuel Guerra

No se necesita consultar con el oráculo, basta mirar lo que nos deja el 2014 para avizorar lo que nos depara el año que comienza. Será, por cierto, un año complicado, lleno de dificultades y riesgos, pero también de retos y posibilidades.

El escenario mundial avanzará a una mayor inestabilidad, marcado por la crisis irresuelta del capitalismo, que no es solo económica y de carácter cíclico, sino civilizatoria, en la que los paradigmas sobre los que se levanta el capitalismo han conducido a tal magnitud de desastre, que la especie humana ve amenazada su existencia en el planeta. El declive histórico del imperialismo norteamericano como potencia hegemónica lo hará más beligerante y lo llevará a recurrir cada vez más a su potencial militar para contener el ascenso y preeminencia económica de China y los llamados países emergentes, agrupados en el BRICS. La disputa por los recursos naturales cada vez más escasos, zonas de influencia y posiciones geoestratégicas será cada vez más feroz y los conflictos armados, en lugar de apaciguarse, crecerán en magnitud y se extenderán a otros territorios, con lo que la amenaza de una nueva guerra mundial de imprevisibles consecuencias, cobra dolorosa realidad.

Los vientos de cambio continuarán sacudiendo con fuerza América Latina y El Caribe, convertidos en la región de la esperanza, con Cuba socialista y gran parte de países gobernados por la izquierda y el progresismo que apuestan por formas de integración independiente, sin el tutelaje norteamericano. La apuesta socialista de Cuba y los procesos de cambio y reforma que se operan en los países gobernados por la izquierda y el progresismo, seguirán abriéndose paso en medio de la implacable ofensiva del imperialismo norteamericano y las clases dominantes nativas para revertir los avances logrados, recuperar posiciones y llevar adelante su estrategia de recolonización. Está claro que Estados Unidos pretende consolidar la Alianza del Pacífico y reflotar la OEA, en desmedro de la integración que se construye a través de UNASUR, ALBA y CELAC. La reciente normalización de relaciones diplomáticas con Cuba no quiere decir que el imperio haya renunciado a sus objetivos de dominación, sino que se ve obligado a modificar su estrategia para conseguirlos.

La tendencia decreciente de la economía peruana seguirá su curso inexorable, sin que los paquetes “reactivadores” y las medidas antilaborales promulgadas por el gobierno en beneficio del gran capital logren parar la caída. Atrás quedó el triunfalismo neoliberal que llevó a Alan García a afirmar que estábamos avanzando a convertirnos en un país del primer mundo. Es un hecho incontrastable que junto a la debacle económica, asistimos a la crisis del Estado neoliberal y a la descomposición de las instituciones pilares del sistema que, asimismo, no serán superadas en los marcos del actual modelo.

No obstante la crisis señalada y el desprestigio de los representantes de la derecha cavernaria  –todos ellos prontuariados y comprometidos en escandalosas corruptelas–, el modelo se viene profundizando y lo seguirá haciendo en los años que vienen si es que no existe una fuerza capaz de contenerlo y derrotarlo. La derecha neoliberal ha logrado fragmentar al movimiento social y arrinconar a la izquierda y el progresismo, con lo cual ha tenido el terreno allanado para imponer sus valores en vastos sectores de la población y, de ese modo, neutralizar las resistencias a la economía del saqueo y sobreexplotación de los trabajadores en que está empeñada.

La izquierda y el progresismo ingresan al 2015 con serias debilidades que vienen de años atrás y que, en lugar de superarse, se han agudizado. El proyecto unitario que se intentó con el Frente Amplio está prácticamente quebrado.  Las elecciones municipales y regionales pasadas, con excepción de Cajamarca, han significado un rotundo fracaso para los partidos de izquierda. La victoria de un delincuente, como Castañeda Lossio, en Lima, más allá de las responsabilidades de la gestión de la Villarán, expresa la debilidad del conjunto de la izquierda que no ha podido recuperar su base social arrebatada por el fujimorismo y la derecha cavernaria en base al asistencialismo y la manipulación mediática. Otro tanto sucede en gran parte del territorio nacional, donde los partidos de izquierda son inexistentes, o existen reducidos a capillas burocráticas y diletantes.

A contrapelo de todo esto la lucha de clases se manifiesta de diversas maneras. El descontento crece y la gran mayoría de la población busca una salida. La resistencia cajamarquina al proyecto Conga, la victoria del MAS en esa región, las recientes movilizaciones juveniles contra la ley que pretende esclavizarlos, son muestras de ello, tal como anteriormente lo fueron la lucha de los pueblos de Moquegua, Arequipa y los nativos de Bagua, por citar algunos casos.

El problema es que la izquierda se muestra incapaz de canalizar esta aspiración al cambio. Resulta paradójico que mientras el modelo está en crisis, sus representantes desprestigiados y la población exige cambios, es decir en circunstancias excepcionales para el avance de la izquierda, ésta se muestra pasmada, sin capacidad de reacción, sin iniciativas. De continuar esta situación lo más seguro es que hacia el 2016 la derecha, descompuesta y todo, continúe como dueña del escenario, relegando a sus oponentes a una situación de marginalidad de largas consecuencias.

Se impone entonces encarar el reto de una profunda renovación, sin la cual la izquierda estará incapacitada para influir, y menos decidir, en el desenlace del escenario político presente y futuro. Renovación no significa renunciar a los principios y grandes ideales que la animan; significa deshacerse de viejos esquemas, tradiciones, formas de pensamiento que ya no coinciden con la realidad ni sintonizan con los cambios operados en los tiempos actuales; significa renovar la forma de hacer política, de ejercer la conducción, de construir la unidad, donde la cultura burocrática, caudillista, la pelea a muerte por los cargos, resultan verdaderos estorbos; significa tener amplitud de miras, pensar en el país y superar la estrechez de las ventajas pasajeras y coyunturales; significa superar el oposicionismo absoluto y demostrar capacidad de gobierno y alternativa a los problemas que aquejan a la gente. Todo esto no se logrará si no se asume asimismo una renovación generacional, no como un fin en sí misma, sino como parte insoslayable de la renovación integral que necesita la política peruana y que la izquierda debe abanderar.

Atreverse a renovarse o dejarse ganar por el conservadurismo. Tal es la disyuntiva para la recuperación de la izquierda en este año que se abre.